10 noviembre 2020

LA LUZ SE HA REFUGIADO EN EL SENDERO, RAMÓN EMILIO REYES




Por Fausto LEONARDO HENRÍQUEZ

 La novela La luz se ha refugiado en el sendero, publicada en la editorial Círculo Rojo, España, 2013, está considerada por Giovanni Di Pietro y Bruno Rosario Candelier, dos eminentes críticos y conocedores de la literatura dominicana de todos los tiempos, como una de las novelas imprescindibles para comprender y completar el puzzle de la novelística de la época de la dictadura trujillista de la República Dominicana.

La luz se ha refugiado en el sendero y El Testimonio, de Ramón Emilio Reyes, se unen, por época y por excelencia, a las obras Judas y El Buen ladrón del escritor Marcio Veloz Maggiolo, y Magdalena de Carlos Esteban Deibe. Quienes saben de estos escritores comprenderá que asociar el nombre de Ramón Emilio al de ellos es una clara señal de que estamos, con toda seguridad y verdad, ante un escritor de primer orden de la narrativa dominicana.

 Después de leer la novela habría que plantear varias preguntas: ¿Qué he podido apreciar en mi lectura de La luz se ha refugiado en el sendero? ¿Qué resortes son los más llamativos? ¿Hacia dónde apunta esta novela? Sin pretender ser exhaustivo, ni mucho menos, arriesgo algunas claves para los lectores potenciales. 

Se constata en la obra un lenguaje depurado, con una prosa engarzada de imágenes poéticas que hacen atractivo el discurso y la comprensión de presentimientos, sentimientos, emociones, personajes y paisajes. El tono poético –que se insinúa ya en el título de la novela- eleva el valor de la obra, pues denota que se ha trabajado concienzudamente y no a vuela pluma. Esto es, tal vez, junto a la trama y la técnica, y al trasfondo histórico que la envuelve, su mejor logro. Pero no hay que precipitarse, porque hay muchos resortes más, como se podrá ver.

El escritor recurre al mundo de los sueños, las visiones y las profecías. Hay instantes en que se puede palpar la atmósfera de Pedro Páramo de Juan Rulfo. Quiero decir, que Reyes alcanza cuotas imaginativas altas. Hay que subrayar, además, que ese sutil hallazgo, que podríamos llamar hoy, “realismo mágico” permite al autor desvelar secretos mundos del alma humana. Especial acento hay que poner en el influjo que produce una maldición o profecía en la protagonista de la obra. Que en sí vendrá a ser un símbolo como indicaré al final de estos apuntes.

 Para llegar a la visión, a la paz del alma, hay que pasar, así parece para quien nace en la desdicha, por muchas pruebas y dificultades, por muchas amarguras. La protagonista experimenta un mundo de pesadillas. Sin embargo, no se detiene, ella busca la calma, la bondad, la consecución de un ideal simbolizado en la visión, en la alta montaña. Se puede decir que realidad y deseo, onirismo y vía de perfección cabalgan juntos en el relato.

La luz se ha refugiado en el sendero posee, como ya se ha insinuado, un cierto tono bíblico-profético que me hace recordar a los metafísicos ingleses. Al menos hay un trasfondo con reminiscencias bíblicas apocalípticas que atraviesa transversalmente la novela. Junto a este dato cabe mencionar la importancia que tienen las alegorías. El escritor emplea todos los recursos posibles para trabar bien su discurso y, entre esos recursos las alegorías bíblicas desempeñan un papel significativo. Por ejemplo, la alegoría de las ovejas hermosas y las vacas flacas que devoran a las ovejas; o la alegoría de las espigas maduras y las espigas esmirriadas que devoran a las primeras. Eso es lo que se constata, no lo que significan. 

Son claves, por otra parte, en la narración de  La luz se ha refugiado en el sendero, el campo, el huerto, el camino, Dios, la agricultura.

 El narrador teje una trama con fuertes momentos de ternura y desgarramiento. Tanto, diría yo, que la protagonista queda psicológicamente agotada, hecha polvo. Ella, la protagonista, que es la que cuenta su vida, su historia y su mundo interior repleto de fantasmas y miedos, es una mujer con temores a la muerte, a las catástrofes, a los raros sucesos anunciados por una extraña profetisa. Ella se vuelve hacia sí misma. Trata de comprenderse y de verse ante la mirada ajena, pero no lo consigue. Sin duda, es una mujer con el alma atormentada, el autor dice “paradójica”, si leemos bien, estamos ante un perfil de mujer con una alta dosis de bipolaridad sicológica. Sus miedos están relacionados con la muerte cercana de sus padres de edad avanzada, su soledad interior, el recuerdo recurrente y martilleante de anuncios de maldiciones sobre el poblado donde ella vivía. ¿Puede una mujer con ese perfil tener una esperanza, una luz divina? ¿Cuál sería su futuro? ¿Alcanzaría alguna vez liberarse de sus paradojas?

 A mitad de la obra, capítulos cuarto, quinto y sexto, el lector hallará varios mosaicos narrativos de sumo interés. En ellos se verá cómo la protagonista realiza una boda sin noviazgo, una extraña relación con un personaje que, por el contexto, se puede conjeturar que es histórico. La novela no dice quién, lo cual ensancha las interpretaciones, me inclino por pensar que se trata del dictador Trujillo, de quien aún hoy corre el mito de que muchas mujeres pasaron por su tálamo como objetos de placer desechable.

 Aquí hay una finísima crítica al seductor hombre de poder y dominio que representa a la clase social alejada de la realidad y de la gente llana. Ese extraño hombre, “lleno de odio”, “vestido de abandono” despertó los sentidos de la joven mujer del campo, que se dejó poseer, sumisa, sin libertad ni voluntad. Pero después de encender en ella las pasiones, aquel hombre de ojos vivaces, la despidió con la misma frialdad con que había despedido a saber cuántas mujeres más. ¿No será esta actitud un botón de muestra de la identidad de la cultura criolla dominicana?

 La experiencia amorosa de la protagonista con el presunto Jefe, fue pasajera. La desazón de sentirse objeto usado y desechado golpeó aún más el corazón atormentado de la joven mujer. Entonces un poso de desencanto, amargura y culpa la invadió de tal suerte que solamente vino a sentirse viva otra vez al conocer a un nuevo hombre. Pero aún conociendo a este joven, ella seguía con su telaraña mental y emocional. Es decir, ella continuaba con sus visiones, sus paranoias, sus sentimientos de culpabilidad y sus desdichas. En realidad, ella era para sí misma su verdadero problema. Este es el quid de la cosa. Surge nuevamente la pregunta, ¿qué pensar de una mujer cuyo mayor problema existencial es ella misma? ¿Podía hacer feliz a quien estuviera a su lado?


 La protagonista lucha con sus pensamientos y sus sentimientos que no cesan de aparecer en el espejo de su mente. Su soledad se agiganta con la soledad y abandono de su padre, su madre y su hermana de crianza. Cada quien anda buscando su propia senda, a tientas. Su romance con el joven campesino es lo único que le devuelve a la realidad y le da sentido a su vida. Es esto lo que le da fuerzas para zafarse de las garras de su primer hombre que reaparece fugazmente. ¿Pero se sostendrá ese romance siendo ella esquizoide? Eso se verá en la lectura.

 Si lo comentado hasta aquí ilumina un poco aquellas preguntas planteadas al principio, a saber: ¿Qué resortes son los más llamativos? ¿Hacia dónde apunta esta novela?, entonces podemos argüir que La luz se ha refugiado en el sendero, posee una serie de rasgos que, en mi opinión, son los más llamativos, a saber:

 1.             El uso consciente de la palabra poética. Con esto el autor consigue embellecer su prosa cuidada, prueba esta de una sólida maestría. Si solamente sobresaliera este rasgo en la novela, bastaría para sostenerla de pie. Pero no, hay más.

2.             El uso de recursos bíblicos, proféticos y apocalípticos. No son muchos, pero sí los esenciales. Con ellos el autor introduce elementos de la religiosidad dominicana, pero también servirán para poner de manifiesto el mundo interior de la protagonista, cuyo sentimiento de culpabilidad se acentúa hasta el último instante de la obra. “La definitiva madrugada” es la esperanza última que posee la protagonista para la alcanzar la paz, la calma, la luz de su turbulenta vida interior. ¿Pero consigue ella la anhelada calma? El drama interior que la domina ¿no parece ser el drama que vivía y acaso viva aún la República Dominicana?

3.             El ruralismo. La atmósfera de la novela se desarrolla en el campo, con sus colinas, sus montañas, sus ríos, sus gentes y sus costumbres. El mundo rural es, seguramente, donde mejor se han conservado los rasgos más antiguos de la dominicanidad. Y Reyes ha sabido conservarlos.

4.             Retrato invisible del dictador Trujillo. El autor aborda sesgadamente, o sea, con refinada prosa, las pasiones sexuales, el carácter y personalidad de Trujillo y prefigura su trágico final. El hombre dominante dominicano, el hombre de clase alta, que siente que debe ejercer del control de la clase baja, queda reflejada en aquel hombre extraño que se siente dueño y señor de los otros, hasta de sus cuerpos.

5.             Manejo de la sicología femenina. Este es otro de los fuertes del autor en esta novela. Ramón Emilio Reyes desarrolla hasta límites insospechados la estructura sicológica de la protagonista. La aflicción, el desgarramiento interior –que afecta a los que entran en su vida- se contagia en el lector por el magnetismo y tratamiento que el escritor le da a sus estados de ánimo. Este es, seguramente, junto a la poética, el paisajismo rural, el segundo gran aporte de Reyes, el cual demuestra que es un profundo conocedor del alma humana.

6.              La protagonista es un símbolo profético de la identidad dominicana. Hilando fino, la “patria ofendida”, la nación poseída y sin libertad es esa mujer de la que habla el escritor en la novela. Si esa mujer, que es figura de la patria dominicana, no sale de sí misma, del drama social, de los complejos, contradicciones y bipolaridades, no tendrá otro final que el de ahogarse en el río de sus propios males. Porque quien siembra vientos, cosechará tempestades (Oseas, 8,7). Las alegorías, concluyo, simbolizan la lucha de clases, el sentir de una época.

En definitiva, Ramón Emilio Reyes deja el buen olor de su valioso trabajo literario. Quienes hoy participan de la puesta en circulación de esta obra en Barcelona, en el marco de la IV Semana Cultural Dominicana, pueden darse por complacidos al tener delante a uno de los maestros de la novelística dominicana del siglo XX. Leer su obra será nuestro mejor reconocimiento.

Lee y conducirás, no leas y serás conducido (Sta. Teresa de Jesús). La lectura hace al hombre completo (Francis Bacon).

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