23 enero 2023

TRANSHUMANISMO, POSTHUMANISMO Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. El mito de las ciencias convergentes como fuente para un mundo feliz

 TRANSHUMANISMO, POSTHUMANISMO Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El mito de las ciencias convergentes como fuente para un mundo feliz

de

Fausto Antonio Leonardo Henríquez, C.M.

 

Una tesis doctoral que plantea el problema permanente y actual de la humanidad:

Ser humanos o ser dioses

Luis Quezada

Teólogo católico laico de matriz ecuménica 

A mi

Lourdes

que durante cuatro noches seguidas soportó la ausencia mía en la cama a su lado

  

INTROITO NECESARIO: Un desafío a quemarropa

Desde mi entrada al Movimiento Interiorista, hace apenas 5 años, vengo escuchando hablar del Padre Fausto Antonio Leonardo Henríquez (La Vega, 20 de noviembre de 1966), de nacionalidad domínico-española, sacerdote de la Congregación de la Misión (Padres Paúles). Hasta hoy no había tenido el placer de conocerle en persona, pero había ya leído muchas cosas de él y otras que en el movimiento se dicen de él. Entre sus obras, disfruté la lectura de su Antología mayor del Movimiento Interiorista (2007), Gemidos del ciervo herido (2012), una verdadera diadema de poesía mística (2012), que al decir del mismo autor, “Gemidos del ciervo herido son el desgarro de quien descubre a Dios y sufre porque no lo alcanza del todo”; este libro le valió al  autor ser galardonado con el Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, el 14 de diciembre de 2009; es oportuno recordar la frase del propio Fernando Rielo cuando dice “la poesía es forma de una cultura que pasa por una espiritualidad insobornable”. También disfruté la lectura de sus libros La palabra en la retina (2016) y Savia innombrable (2018). De este poemario me veo tentado a rememorar su último poema Metabeso (ahora que está de moda hablar de metaverso), donde dice:


Quiero sentir el “beso de tu boca”

el calor de tus labios.

 

Quiero morderte a besos la mirada,

el amor que en tu Palabra brilla.

 

Dame un metabeso.

Se queda extasiada mi alma,

muda, estática como joven 

que prueba las mieles del amor

a escondidas.

 

Quiero fundirme en ti

como agua en el agua 

(p.56)

 

Después leí con unción la publicación titulada La obra poética de Fausto Leonardo Henríquez (2018), donde 21 autores, con Bruno Rosario Candelier a la cabeza, desmenuzan el valor y el alcance de la poesía mística de nuestro autor en cuestión.


Finalmente, había leído del autor su obra de coordinación Poetas interioristas españoles (2020) que, al decir del mismo Fausto Leonardo Henríquez, “esta antología es una muestra mínima de la creación de los poetas incorporados al Movimiento Interiorista de Literatura con arraigo en España”, donde él explicita la contribución que han hecho 12 poetas españoles al Movimiento Interiorista. 


Con Fausto Antonio Leonardo Henríquez estamos delante de un gran poeta, de un penetrante místico, que para los dominicanos constituye un verdadero embajador de la palabra.


Después que me había preparado para hacer mi trabajo sobre Gemidos del ciervo herido, hace dos semanas, don Bruno Rosario Candelier me cita en Moca y me dice que el trabajo que voy a presentar en el encuentro del Ateneo de este mes 2023 es su tesis doctoral. Yo a don Bruno soy incapaz de decirle que no; pero me vi sobrecogido al ver el grosor de esta tesis, de 611 páginas, de una actualidad fascinante (publicada en 2020), de un tema desafiante (Transhumanismo y Posthumanismo); con un nivel de erudición envidiable (sus referencias bibliográficas suman 60 páginas). 


Debo confesar que no solamente me sentí sobrecogido sino también abrumado. Mi esposa me vio durante 4 días desvelarme, en una lectura apasionante que no me dejaba soltar el libro y una mañana, muy temprano, ella se me acerca y me dice: “hacía mucho que no te veía trasnocharte durante 4 noches seguidas, ¿qué es lo que lees?, y como mujer curiosa, toma el libro en sus manos y cuando lee las dos primeras palabras de su título, me dice: ¿y qué es eso de Transhumanismo y Posthumanismo?; confieso que no me sentí en ánimo de responderle y le musité: la primera en leer lo que yo entiendo de esta tesis desafiante serás tú”; y salí a principios de esta semana de la capital, dejándole mi ponencia en sus manos. Ayer en la mañana, llamo a Lourdes bien temprano y se me ocurre preguntarle: ¿qué te pareció, no mi trabajo, sino la tesis que enfoco en él?, y me dijo escuetamente: Pero, ese Fausto Leonardo es un PENSADOR; a lo que le respondí: Has dicho bien; no solamente es un POETA y un MISTICO; es también un PENSADOR de altos quilates. La conversación terminó con esta frase de mi Lourdes: Tú me puedes prestar el libro de Fausto para leerlo despacio”; a lo que le rastrillé: El libro no es mío, es de don Bruno y tiene incluso una dedicatoria del autor a don Bruno. Lo consultaré a ver si me lo deja durante algunas semanas, para que lo leas. Y terminé la conversación telefónica, afirmándole: Me gusta lo tuyo; no leas sobre la fuente; lee la fuente”. Y esa es mi pretensión. No que ustedes se queden con una modesta lectura de la fuente, que es mi ponencia, sino que puedan disfrutar directamente de la fuente, que es este monumento intelectual de la tesis de Fausto Leonardo Henríquez.


Una acotación final que concierne directamente al autor. Para conocer una obra, primero hay que acercarse al autor de la misma. Es un hombre que cree en la vida religiosa; es protagonista de un carisma de varios siglos que heredan de San Vicente de Paúl, basado en el lema “Evangelizare pauperibus misit me” (“Me envió a evangelizar a los pobres”), tomado de la perícopa de Lucas 4, 14-30. De manera que estamos delante de un autor que vive y siente la espiritualidad de los sufrientes, de los últimos de la historia, de los descartados. Y eso le da una sensibilidad especial para percibir el horror que nos sobrevendrá si se impone la ideología trans-posthumanista.


“Los pobres son nuestros señores y maestros. Maestros de vida y pensamiento. Junto a ellos la inteligencia se esclarece, el pensamiento se rectifica, la acción se ajusta, la vida se modela desde el interior”. ​


 (Vicente de Paúl, en una de sus Conferencias a

los Padres de la Misión y a las Hijas de la Caridad).


Pienso que esta tesis fue inconscientemente motivada por la celebración en el año 2017 de los 400 años de la fundación del carisma vicenciano que vi veplenamente el autor de esta obra.


Vamos hacia un tránsito del hombre natural al hombre artificial. Es acertada y elocuente la portada de su libro: el cuadro Mujer cyborg, de Dmytro Tolokonov.



I.               Cómo logré la domesticación de una tesis salvaje

Con el poco tiempo con que contaba, y queriendo ser serio ante un autor que me exige seriedad, me dispuse a domesticar el libro. 


La primera noche de vigilia, leí la introducción y la conclusión; me deleité saboreando las 60 páginas de referencia bibliográfica, que me ponen en cintura ante las dimensiones que tiene esta tesis; leo a seguidas el STATUS QUAESTIONIS (ESTADO DE LA CUESTION) que el autor presenta sobre lo que es el TRANSHUMANISMO y el POSTUMANISMO. Y finalmente, en ese primer acercamiento, me leo sabrosamente los 7 resúmenes que presenta el autor al final de cada uno de los 6 capítulos que componen su obra.


La segunda noche de vigilia, fue ya de una lectura sosegada de cada uno de los 6 larguísimos capítulos que conforman el cuerpo de la tesis, a saber:

1.     Historia y desarrollo del Transhumanismo

2.     Postulados e instrumentos científicos del Trans-Posthumanismo para llevar a cabo su ideario de superación de la especie humana

3.     Ámbitos de influencia del Trans-Posthumanismo.

4.     Reacciones al Trans-Posthumanismo

5.     La antropología integral de la Doctrina Social de la Iglesia como criterio de juicio al Transhumanismo.

6.     Respuestas a los interrogantes éticos que plantea el Trans-Posthumanismo.


Debo confesar ante ustedes, que esta segunda noche de vigilia, quedé noqueado ante la magnitud de esta obra, pues me di cuenta que estamos en presencia de un clásico, como lo explica Friedrich Schlegel: “Un clásico es una obra que nunca llegamos a comprenderla; que siempre la leemos de nuevo, para descubrir nuevas variantes y vertientes; y que nunca agota su contenido, pues cada nuevo lector verá nuevas cosas en ella”. Hice, evidentemente un recuerdo pobre, según lo permite mi comienzo de Alzheimer, de la brillante explicación sobre lo que es un clásico que hizo el excelente filósofo alemán.


La tercera noche de vigilia fue agarrar una libreta y comenzar a darle forma al esquema de mi presentación, es decir, diseñar el muñeco.


La cuarta noche consistió en tomar la PC y comenzar el proceso de redacción de esta humilde ponencia que les presento, de una obra soberbia en erudición científica, filosófica y teológica. Insisto, mi comentario es un acercamiento a lo vendedor de periódicos, sobre esta monumental tesis doctoral.



II.             Acercándome a dos conceptos claves de la tesis doctoral 

Estoy hablando evidentemente de los conceptos: TRANSHUMANISMO y POSTHUMANISMO.


A lo vendedor de periódicos, TRANS-HUMANISMO significa transformar lo humano a través de la tecnología que provocarán las ciencias convergentes: Nanotecnología, Biotecnología, Inteligencia Artificial, Ciencias cognitivas, etc), “con las que se piensa reparar las dolencias físicas, cognitivas y emocionales del ser humano, así como aumentar sus capacidades ignatas o incorporar otras nuevas (FLH, p.23).


El TRANSHUMANISMO es el CAMINO que nos llevará a una META: EL POSTHUMANISMO, es decir, a un estadio “más allá de lo humano”, donde se visualizan dos aspectos: la robotización del hombre y/o la divinización del hombre.


Fausto Leonardo Henríquez, en su introducción, lo expresa así: “Ese poder tecnocientífico está revolucionando paulatinamente todas las esferas de la sociedad con una propuesta seductora de cambiar profundamente la realidad, dar sentido a la vida y garantizar un mejor futuro para todos con grandes beneficios individuales y sociales como jamás antes se ha visto” (FLH, p.21).


Un poco más adelante, FLH aclara cuál es el tema de su investigación: “El tema de investigación de esta tesis es una valoración moral del transhumanismo y el posthumanismo a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia” (FLH, p.22). El autor no duda en denominar al TRANS-POSTHUMANISMO como una "ideología“antropológica”. Es decir, lo que está en juego es la mismísima condición humana. FLH cita a Pablo VI: “Porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán, por lo contrario, resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad. El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas” (FLH,p.9).


Y agrega otra frase del recién fallecido papa emérito Benedicto XVI: “La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma (…) No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano”. (FLH,p.9).


La ciencia y la tecnología no son NEUTRALES: o construyen o destruyen. O matan o dan vida. O humanizan o deshumanizan.


FLH le da a su tesis un subtítulo elocuente: El mito de las ciencias convergentes como fuente para un mundo feliz.


La eudaimonía (felicidad) de que hablaba Aristóteles y muchos de los presocráticos, ha sido una búsqueda constante en todas las culturas de la humanidad, tanto de Oriente como de Occidente.


Todo el pensamiento mítico de la humanidad ha sido reiterado en el tema de la FELICIDAD a través de superar el sufrimiento, el envejecimiento e incluso, la muerte.


FLH precisa la característica principal de la ideología transposthumanista: “La característica principal de la ideología trans-posthumanista es su tenaz tentativa de mejorar y aumentar biotecnológicamente las capacidades físicas, cognitivas, emocionales y mentales de la especie humana, desde las bases mismas de la vida -rediseño y edición genética hasta acabar con la vejez y, en el mejor de los casos, con la muerte, considerada esta última por muchos como un hecho biológico y natural, más que algo impuesto por Dios: El problema de la muerte es un problema a resolver y no una realidad impuesta por la naturaleza o impuesta por la voluntad divina” (FLH, p.22).


Para decirlo en la nomenclatura de los libros de Yuval Noah Harari, se trata de pasar del homo sapiens al homo deus.


El dilema de fondo del ser humano -y es una constante en la historia- consiste en no querer ser humanos sino en querer ser como dioses. Hoy, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, al volcarse en ideología-utopía, quiere asegurar y confirmar ese tránsito de la humanidad a la divinidad. Vamos a dejar de ser humanos y nos convertiremos en dioses.

 


III.           UN CUENTO PREMONITORIOEl presente-futuro (un niño) le pregunta al presente-pasado (el abuelo) sobre el futuro.

El niño preguntó al abuelo:

¿Cómo viviremos en el futuro?

El abuelo respondió:

Los hombres no tendrán que embarazar a las mujeres, pues ellas mismas se auto-embarazarán a través de sus células madres.


No habrá hombres ni mujeres, pues habremos llegado a los transgéneros; volveremos al andrógino, que era hombre y mujer a la vez en un solo ser; se cumplirá aquello que dejaba entrever Nietzsche: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe Dios”. 


No existirán gimnasios, porque no habrá obesidad; la nanotecnología y la biotecnología habrán resuelto ese problema. 


No habrá clínicas ni hospitales, porque no existirá la enfermedad, ya que muchas ciencias convergentes habrán resuelto ese problema. 


No habrá asilos de ancianos, porque ya no existirá el envejecimiento.


No habrá velorios ni funerarias, ni cementerios, porque la muerte ya no existe. Será cosa del pasado. Volvemos a releer a Nietzsche: Habremos logrado la muerte de la muerte.


No tendremos que trabajar, porque eso se lo dejaremos a los robots. Por vía de consecuencia, desaparecen las leyes laborales, los sindicatos, las huelgas, las vacaciones de trabajadores, los seguros, las pensiones y jubilaciones. 


No habrá manicomios, pues la locura será controlada, a través de la genética (el genoma), la nanotecnología, la biotecnología, las neurociencias y otras ciencias convergentes. 


No habrá ciegos, ni sordos, ni mudos, ni discapacitados motores, ni síndrome de Dawn, ni autistas, porque las ciencias convergentes habrán puesto fin a esas limitaciones. Al fin triunfará de nuevo Nietzsche: tendremos el SUPERHOMBRE. 


No habrá prostitutas humanas, pues existirán muñecas tan perfectas, realizadas por la tecnología, que no sabremos si son humanas o robots. Es el triunfo de la cibernética a través de los ciborg (cyb-org = seres mitad orgánicos, mitad tecnológicos. Parece que vamos a un mundo donde no habrá cuerpos biológicos.


El niño, a pesar de su poderosa imaginación, se sentía mareado. Paró en seco al abuelo y le dijo:


Abuelo, no sigas hablando de ese futuro, porque ¿dónde estaremos nosotros? Parece que ya no existiremos como humanos. 


El abuelo concluyó diciendo:


Tienes razón, mi niño. Ya no seremos ni humanos, ni robos. Seremos dioses.

 


IV.           ¡EUREKA! En tiempos de “sequía mesiánica, de fin de los grandes relatos, fin de las ideologías y utopías, aparece una nueva utopía: EL TRANS-POSTHUMANISMO.

A principios de la década de los noventa del siglo pasado, el pensador nipón-norteamericano Francis Fukuyama esgrimió la tesis del “fin de la historia”, con la caída estrepitosa del socialismo real y expresó que ya llegamos a donde teníamos que llegar, al mejor de los mundos posibles. En las dos décadas completas que ya lleva el siglo XXI, Francis Fukuyama se ha dado cuenta que vamos hacia el peor de los mundos posibles, y ha comenzado a negar su euforia inicial, a través de dos obras, Nuestro futuro posthumano. Consecuencias de la revolución biotecnológica (2002) y posteriormente su obra Transhumanismo (2004). Lo considero un modelo de honestidad intelectual: se dio cuenta que con su euforia inicial del fin da los grandes relatos y de la muerte de las utopías y las ideologías, hemos construido una nueva utopía y una nueva ideología llamada el TRANS-POSTHUMANISMO. 


Es decir, que en estos tiempos de “sequía mesiánica” (Elsa Tamez), ha surgido una nueva ideología y utopía todopoderosa: EL TRANS-POSTHUMANISMO. Repito, EL TRANSHUMANISMO es el CAMINO que nos llevará a una META: EL POSTHUMANISMO. 


Fausto Leonardo Henríquez lo visualiza claramente de entrada en su tesis doctoral, al seleccionar tres citas, una bíblica y dos papales, que visualizan el leitmotiv de esta nueva ideología y utopía que está arropando el mundo. Me limito ahora a enunciar la cita bíblica:  


“Y dijo Yahvé Dios: ¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre” (FLH, p.9). 



V.             El planteamiento de fondo de la tesis es una tentación permanente y actual: No queremos hacernos humanos sino hacernos dioses.


Dado que, por razones de tiempo en esta exposición, no puedo desglosar el formidable contenido científico, filosófico y teológico que resuma el cuerpo textual de esta tesis, me limitaré a enfocar el planteamiento de fondo que a mi juicio quiere explicitar este enjundioso trabajo intelectual de FLH.


El proyecto de Dios es que el hombre sea HUMANO en la TEMPORALIDAD y al acceder a la eternidad alcance la convivencia con la DIVINIDAD.


El Génesis es claro al presentar el proyecto de Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza” (Gen.1,26). No dice: hagamos ángeles, o hagamos dioses, sino hagamos al ser humano. Dios se propone hacer hombres. Este es su proyecto: hacer hombres, hijos de Dios, hermanos unos de otros y administradores solidarios de los bienes del Padre. Es un proyecto sim-bólico (para unir).


Pero frente a este proyecto, aparece enseguida otro proyecto, que la Biblia no duda en atribuírselo a la serpiente, un proyecto dia-bólico (para dividir), destructivo: “Ustedes serán como dioses” (Gen.3,5). La meta parece más elevada, porque es la misma divinidad. Pero decididamente el resultado no es divino sino idolátrico.


Aquí surge el pecado (rahab = no dar en el blanco). Dar en el blanco es querer ser humanos. No dar en el blanco es querer ser dioses.


Desde siempre coexisten estos dos proyectos en pugna:


El proyecto sim-bólico de Dios que es HUMANIZAR, hacernos humanos.


El proyecto dia-bólico, que es la idolatría, hacernos dioses.


Teológicamente hablando, lo contrario de la fe no es la falta de fe, sino la IDOLATRIA. Convertirnos en dioses. Desde el momento que nos convertimos en dioses, destruimos la fraternidad, la hermandad. La humanidad se convierte en “Caín y Abel”.


En este enfoque, he seguido muy de cerca los planteamientos de Carlos Bazarra, OFM Cap.


A MANERA DE CONCLUSION


Pienso que es muy acertado el planteamiento de FLH. Quizás le cuestiono si el marco tradicional de la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA es el más adecuado para enfocar la problemática del TRANS-POSTHUMANISMO, pues la DSI está muy cifrada en los problemas sociales que hemos heredado en el transcurso de la modernidad. Pero estamos ante una problemática post-moderna. Pienso que el marco de la Bio-Ética o de la Antropología teológica es más adecuado para enfocar la problemática que nos presenta el trans-poshumanismo. Como FLH es un profesor de larga data de DSI, pienso que tiene una visión más amplia que la que yo percibo de este campo específico de la reflexión teológica.


Lo que acabo de decir no desmerita de ningún modo, el certero planteamiento de FLH que nos desafía, nos clarifica y nos hace salir de un laberinto tormentoso por el que transita actualmente la humanidad.

Domingo 15 de enero de 2023

 

Luis Velásquez: La esperanza que no cesa o el espíritu de las cosas


Introducción


Este nuevo libro, De las cosas y sus espíritus, de Luis Velásquez, poeta del Movimiento Literario Interiorista, es un mosaico desigual de poemas que conforman un todo. Tal desigualdad se dice en razón de la pluralidad de temas que han servido de materia al autor para elaborar cada pieza poética. Dicho con otras palabras, el poeta ha escrito un poemario compuesto por una recopilación de poemas de diversas temáticas. Por lo que estamos ante una obra compuesta por diferentes piezas, perfectamente engarzadas.

Elementos cósmicos

Resulta complicado decir algo nuevo, por ejemplo, del agua, los árboles, la alborada, los glaciares o las galaxias. Sin embargo, puedo asegurar, que el poeta Luis Velásquez es capaz de extraer sustancia poética de todo lo que toca. Basta que una cosa lo seduzca para que luego aparezca reconvertido en arte. La fuerza de la poiesis –fuerza creadora del artista– es tal que sorprende por la novedad y frescura de su imaginación torrencial.

Veamos lo que dice de una gota de agua que, para muchos, en la vida real, pasa prácticamente desapercibida. No describe la gota, la inquiere, la cuestiona. Interactúa con ella y profundiza sobre el origen y existencia del agua.

¿Cuándo fuiste lluvia

que arrecia los mares

y luego bebida a sorbos

por ballenas cantantes?

(Gota de agua)

Cuando el poeta eleva los ojos y el pensamiento al cosmos –ignoro si sigue los pasos de Cántico Cósmico (1989) de Ernesto Cardenal– percibe las vibraciones de los diferentes elementos de la naturaleza y del universo estelar. Siente la ternura ante la belleza de los astros y las galaxias.

Oscura la materia se abalanza en abrazo.

Giro eternitario de Casiopea

dio a luz una cópula de nebulosas.

(Andrómeda)

La fuerza telúrica de la tierra, o, para ser exactos, del hielo que abriga los polos del globo terráqueo, atrae la mirada penetrante del poeta que entra en el secreto originario de los glaciares, muchos en estado de deshielo, y con certeza dice:

Añeja agua sedimentada,

te escondes en el valle,

musitas en la niebla

y a paso de caracol arrollas

la piel del cañón con hipotermia.

(Glaciar)

 

Hablar de un árbol puede resultar un lugar común, sin duda, pero esa regla tiene su excepción en Luis Velásquez. Lo que un artista plástico hace con la paleta y el caballete, lo hace nuestro poeta con la palabra poética.

Soy carne de suelo y luz,

tierno carbón que florece

al tacto de las mariposas.

 

Fui semilla desnuda   arrobada

en el húmedo trueno de la selva.

(Árbol)

Para percatarnos de que estamos ante un verdadero orfebre de la palabra, fiel a su oficio de amasar el verbo con destreza, basta tan solo con la lectura de los primeros poemas de esta obra certera. Pero no es suficiente, hay más aristas que pueden ser consideradas, como, en efecto, vamos a ver en el siguiente apartado.

Elementos sociales

Luis Velásquez es sociólogo de profesión y, probablemente por eso su mirada se ha vuelto más aguda hacia los acontecimientos sociales que afectan al ser humano. Pasan por el tamiz de su creación: la pandemia, el hambre, los incendios forestales, el mestizaje, la migración, el servicio de un vigilante o de una aseadora, o los fenómenos naturales como los huracanes, entre otros temas de interés. El poeta da cuenta, no sin cierto mohín de frustración ante la especie humana, de todo aquello que vive y le afecta. Es importante remarcar que el poeta filtra lo que ve a través de su chispeante capacidad imaginativa, para dar a luz poemas autónomos -cada poema es una obra en sí misma- con gran fuerza lírica. 

Sacudido por el impacto de la pandemia, y por los estragos que ésta ha provocado en el mundo, exclama con la voz en un hilo casi roto por la angustia:

Media-vida

tuerce el zumbido global

de la colmena humana.

 

El llanto es inyectado en las fronteras

intravertientes.

Campo y ciudad se viralizan:

afiebrada vocal entre las sábanas.

(Pandemia)

Durante el tiempo de cuarentena provocada por la pandemia, se perdieron muchas cosas –vidas humanas, el contacto físico, las relaciones sociales, etcétera– y se extrañaron otras, como la posibilidad del beso, el abrazo o el encuentro amistoso. Todos hemos sido testigos de que la pandemia ha trastocado la psique de numerosas personas, obligándolas a tratarse psicológicamente con un profesional. El poeta es humano y, como tal, canta lo humano, es decir, lo que acontece a las personas, necesitadas todas ellas de afecto, cariño y cercanía.

Al principio

extrañaba los abrazos,

el ímpetu caluroso

del cariño entregado.

 

Una estación más tarde:

la gélida distancia.

La innata habilidad

del nado en los bebés

se ha constreñido.

(Cuarentena)

 

 

Como se ha dicho arriba, hay en el poeta un cierto desencanto o frustración a causa de las diferentes realidades de sufrimiento, a menudo provocado por la maldad del ser humano que, con frecuencia, se convierte en una amenaza no solo para la naturaleza, sino incluso para su misma especie. De esa amargura existencial –para mí lo más sugerente de esta nueva entrega– emerge un punto de confianza inclaudicable en el futuro, esto es, «una esperanza terca» en el porvenir. Hay mal, pero se espera el triunfo del bien. Ahí radica la la esperanza. Ante la actitud exterminadora de los humanos, ante los escombros de muerte, violencia, migración y pobreza, el poeta se convierte en voz elocuente, en una voz tercamente esperanzada, para infundir aliento a la sociedad, pero también para denunciar la barbarie del siglo.

 

El «estrecho risco de la esperanza» se torna una fruta dulce, consoladora. La esperanza, senda estrecha y difícil, se convierte en horizonte de luz, en aliento de vida, en una fuerte convicción de que en Un mundo para todos dividido(Roberto Sosa, 1971), hay futuro. En suma, la esperanza es, para el poeta, la «sabrosa pulpa de porvenir». Hay amargura en el mundo, pero lo que se espera es sabroso y bueno. La dulzura del higo es símbolo de que el bien triunfará, alegrando la existencia.

 

El susto cruza el suelo,

la esperanza los sarmientos.

(Pandemia)

Yo tenía seis años,

ella un cántaro de esperanza

(La aseadora)

Higo profundo

que sepulta el miedo,

ave tornasol

que fecunda el aliento

con voces frutales,

sabrosa pulpa de porvenir.

(Esperanza)

 

Pero la mano acude

al estrecho risco de la esperanza.

(Escombros)

 

Aferradas las uñas

a una esperanza terca.

(Huracanes)

 

Moriré en un asalto

al tren de la desesperanza.

(Guardia de seguridad)

Elementos erotizantes

Otra nota característica, tal vez la menos notoria, pero presente en este poemario, es el erotismo. El poeta hace un tratamiento muy refinado de la cuestón erótica, evitando con ello recurrir a caminos trillados. El erotismo es una dimensión antropológica muy importante. Los artistas la han tratado de muchas maneras a lo largo de la historia y, en particular, en la poesía bucólica, amatoria, y más recientemente en la poesía erótica como tal. En nuestra cultura latinoamericana la cuestión del Eros, en general, se reduce al ámbito estrictamente privado. Como dato relevante vale decir que Octavio Paz, en su ensayo La llama doble (1993), aborda de forma extraordinaria, el erotismo. En dicha obra, Paz, premio Nobel de Literatura (1990) hace un recorrido por el camino que ha seguido el erotismo hasta nuestra época. Por lo que concierne al autor de De las cosas y sus espíritus, enfatizamos, solo apunta al erotismo como un aspecto más de su creación. Lo aborda con sutileza, belleza y asombro.

No conozco el vestido

derrapándose en la sábana,

los labios abalanzados

con afición demente,

la bragueta descendiendo

con tacto delicado,

el palpitar

del brasier inconmovible

entre mis dedos torpes.

(El virgen)

Me quedó tu olor.

Me quedo en tu aroma

de piel y delirio.

Me suda la voz

enredada en tu aliento,

recuerdo tibio.

Las ingles abrasadas,

los labios tiritan ardor

como óleo gemido.

(Acercamiento)

 

Estos renglones, como se ha podido ver, son simplemente un breve acercamiento a De las cosas y sus espíritus. Lo que sin duda podrá hallar el lector, en esta segunda publicación de Luis Velásquez, es una desbordante creatividad poética, esto es, la palabra bien trabajada y cuidada, como es del gusto de lectores exigentes. Todos los temas, incluso el hilarante “Ventoso”, reciben un tratamiento de alta calificación. 

Resumo mi impresión de esta obra poética: 1) Empatía con los elementos cósmicos. Por cuanto el poeta vibra con los fenómenos de la tierra y del espacio. 2) Visión profética. Por cuanto atestigua la realidad doliente, dejando constancia de estampas de hechos, acontecimientos y fenómenos, denunciando con sus versos las acciones perversas de la especie humana. 3) La esperanza que no cesa. Por cuanto aguarda tercamente un mejor destino para los pueblos. 4) Celo por la palabra. Por cuanto todo lo que llega a su imaginario creador y pasa por el fuego de su poiesis se transforma en belleza. 5) Sentimiento humanitario. Por cuanto se solidariza con los débiles de la sociedad, elevando con su arte la dignidad de las personas más vulnerables.

 

Fausto Leonardo Henríquez, PhD

19 enero 2023

LA LLAMA PERPETUA: JUAN SANTOS


En este poemario, La llama perpetua, hay una constante entre lo temporal y lo eterno. El binomio alma-cuerpo, tiempo e intemporalidad son parte del armazón que construye el autor en este poemario terriblemente bello. Yo sitúo este poemario, al menos como enunciado, en el marco de la idea que tiene Kant en su ensayo La crítica del juicio,  donde el pensador habla de un tipo de belleza relacionada con lo sublime terrible.

 

Por otra parte, Santa Teresa de Jesús decía que “no estamos huecos por dentro”.  En este tenor, Santos advierte a los de su generación que hay una presencia que mora en el “oscuro centro”. Esa presencia es una certeza, a veces enturbiada por la realidad existencial siempre imperfecta, que está dentro de la persona. El joven poeta proclama con su obra que la persona no está vacía, que no está hueca, que está habitada por una presencia amorosa que le da sentido. Eso es lo que él canta torrencialmente. De ahí su lucha interior –juego de sombras que se contraponen a los fuegos y luminosidades que circulan en sus venas– por lograr la visión de la luz celeste como si fuera un Dante deslumbrado por la luz divina en el Paraíso.

 

Como las serpientes que mudan la piel, así el alma del poeta que, enamorada y luminosa, mira lo que fue –la vida pasada– para mirarse en Dios. El sosiego le viene cuando un “soplo recurrente” lo abraza. La vida cambia cuando se nace de la herida del corazón, del “cálido vientre” de la luz.

 

En fin, este primer poemario de Juan Santos contiene vetas de la poesía destinada a atraer la atención de los lectores exigentes.  Hay mucha fuerza, todavía indomada en sus composiciones, pero esto es cuestión de tiempo. Esta obra es el tic de una “gota inmortal”. Y eso basta para saber que su propuesta poética va en serio.

 

 

 

 

UNA GOTA EN EL MAR: UNA APUESTA POR LA TRASCENDENCIA


El gusano de seda se alimenta de hojas de morera. El producto de su alimento, como se sabe, es la seda, ese fino y delicado producto que seduce a los gustos más refinados. Rocío Santos, con su primer poemario, da a conocer lo que, como el gusano de seda, es el fruto de pulir la palabra en lo callado del oficio de “ociosa creatividad”.

      El hilo de seda con el que ella teje este poemario es el de la trascendencia. Se puede comprobar en este libro toda una intencionalidad de profundizar en la ‘instancia última’ de la vida. La poeta lo hace, considero yo, para situarse ante el mundo y ante las cosas con el fin de dejar en evidencia que el mundo material tiene sus límites. O, si se prefiere, que el mundo inmaterial o espiritual, es ilimitado.

            La trascendencia en la que se afinca la poeta es poliédrica. Para que se vea mejor, subrayo algunas palabras que muestran con claridad los diferentes aspectos en los que puede traducirse la pluralidad de sentidos de la trascendencia en esta obra de Rocío Santos.

            La eternidad. Forma parte constitutiva del corazón humano el anhelo insoslayable de un horizonte que cae fuera del tiempo. Que el ser humano aspire a la eternidad es esencial a su naturaleza. Es parte de su ser. La fugacidad de las cosas y el paso inexorable de los años nos hace pensar que, en efecto, no todo es efímero, que algo permanece y dura eternamente. Platón, por ejemplo, habla de las Ideas eternas. Poetas y pensadores coinciden, por diversos caminos, en la idea de lo eterno.

            El Absoluto. En lo más profundo de nuestro ser reside un aguijón que impulsa al género humano a no morir sin haber intentado fondear en las profundidades de Ser; a intentar dar respuestas a cuestiones esenciales de la existencia humana, tales como ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? La pregunta por el Ser, por el Absoluto no se puede tapar con un parche. Es legítimo bucear a la luz de la razón el lado metafísico de la realidad.

            El sentido. ¿Quién no se pregunta por el sentido de las cosas, de la vida, de la muerte, de los fenómenos? Sin duda, alguna vez habremos topado con situaciones reales en las que nos hemos hecho la pregunta de por qué o para qué de ciertas cosas. La poesía de Rocío es un intento de responder desde el arte poético al sentido de la realidad que la envuelve. Ahí reside su valía y uno de sus aciertos.

            Lo último. Algo parece llamarnos desde lo secreto de las cosas existentes. Alguien nos atrae desde el otro lado de lo físico. Alguien nos hace señales desde el misterio que encierra el universo para que nos orientemos sin desmayar hacia él, porque allí reside, acaso, el lugar de sosiego para este corazón nuestro que no se sacia, como dijera Amado Nervo, más que con la eternidad.

            Llamada al amor divino. Desde un plano netamente creyente, el Creador, que nos creó con amor, nos llama al amor divino, al encuentro con él que es la fuente del amor verdadero y el culmen de nuestra existencia. De él venimos y a él vamos. De ahí nace el fuego que nos quema por dentro y nos espuelea para que alcemos la vista más allá de las cosas relativas y miremos cara a lo divino, a Dios al cual tendemos porque fuimos creados por él y para él.

            Una gota en el mar toma distancia de la realidad concreta para no contaminar el halo trascendente que encierra la obra. Por el mismo motivo, tal vez para bien, los sentimientos se disfrazan en el discurso poético para dar paso a los pensamientos.

            En definitiva, esta primera obra de Rocío Santos marca un solfa con personalidad y criterio. Está aquí, in nuce, una voz que, como el gusano de seda, produce una poesía de excelencia.

16 enero 2023

ÍNSULA PRESENTIDA, de Fausto Leonardo Henríquez

Dra. Elidania Velásquez

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”
 (Salmos 19:1-4).

 

Con estas palabras tomadas de las Sagradas Escrituras quiero introducir este místico poemario llamado “Insula presentida” del escritor dominicano Fausto Leonardo Henriquez; el mismo consta de ochenta y seis hermosos poemas, innombrados, solo marcados con números ordinarios cuya distribución es fuera de lo común, pues inicia al revés, es decir de atrás hacia adelante. 

Está dividido en dos partes; la primera es llamada “Vuelta a los origenes”, y consta de cuarenta poemas. Mientras que la segunda se llama “Espejismos intangibles”, y está conformada por cuarenta y seis composiciones. Ambas, ponen en evidencia a un ser humano sensible y poseedor de un conocimiento y amor desmedido hacia lo Divino.

En ocasiones se percibe a un autor ebrio de amor, extasiado y maravillado ante la grandeza que lo contiene. Pero no solo el autor vive esos sentimientos, sino que también el lector es atrapado por tal magnetismo cuando en la fría madrugada se pierde en el hilo de esas líneas claras y emotivas que desnudan al autor, sus fuertes emociones y vivencias, al tiempo que hace entender la agonía contenida en su pecho, al experimentar el dolor de lo divino que le quema con el fuego que no consume. 

Frases como “se ahoga en ti mi inteligencia, la razón”. Ponen en evidencia el diluvio estremecedor que arropa a Fausto Leonardo en sus horas de meditación y oración. Una especie de regocijo en lo Divino es lo que destilan sus líneas. Veamos este ejemplo del poema 86: “Me nombras y mi fe tiembla; me miras, y mi alma ya no gime”. Gemidos de amor palpamos en cada frase escrita en este envolvente poemario. Si, envolvente, porque mientras más leemos mayor es la sacralidad y más firme es la convicción de lo expresado. Él, muy claro lo dice en el poema 85 cuando exclama: “Busco un asidero en el joven barro y no encuentro más que mi aliento atrapado a lo eterno como una araña en su tela”.

El salmista era un experimentado contemplador de la naturaleza, y esa facilidad  le permitía conectarse con lo profundo de las cosas, y por tanto, le ayudaba a mantener una mayor comunicación con el gran Hacedor. Esa capacidad contemplativa e invisible comunicación con el Eterno es tambien reflejada en la poética de nuestro invitado, tal y como puede apreciarse en este poema 83:

 

Alguien te empuja a beberte

El agua de los glaciares. ¿Qué fibras

mueven tus recodos que lloras espumas?

Rio en fuga, detén tu curso en esta orilla,

En mis manos. ¿Por qué avanzas

Tan aprisa?, ¿Qué locura te arrebata

La calma? En tu fondo te lastimas

Y no hay cura para tu mal, excepto

En el océano. Llevame en tu piel

Que yo también al mar me precipito.

 

A mi entender, el fundamento conceptual de esta obra es el amor avasallante y la búsqueda perenne del rostro del Amado, el que acompaña, el que se esconde, el que habla y susurra,  pero también calla; El que consuela y al mismo tiempo atormenta con sus insondables misterios, el que traspasa con rayos de fuego y acaricia con el rocío del cielo, el que ilumina el pensamiento y acompaña en la tenebrosa obscuridad. La mera sospecha de su existencia es motivo de dolor, regocijo y duda. 

Los grandes contemplativos de todos los tiempos sintieron en su ser la viva llama del amor sublime, experimentaron el dolor y la agonía que los unía o separaba del Eterno, mismo dolor que plasmaron en hermosas y memorables composiciones que como esta roban el aliento y evocan incandescentes suspiros. Veamos el poema 72:

 

Tus manos han hecho hablar el barro.

El barro hoy te busca en la noche. Te palpa la voz.

Le diste al barro vida. El barro anhela tu divinidad.

Huérfano se postra, miralo. Barro

Con corazón, barro con dolor y muerte. Barro

Que orilla tu nombre como ola que balbuce

Su llanto. ¡Ay, que gime el barro, que sueña

Hallarte! Barro que camina y piensa. Barro

Que cree y rastrea los aletasos de tu vuelo.

¿Dónde moras, presencia sin sentidos? ¿Por qué

Le diste a este bulto de tierra olfato de cielo?

El barro suspira por tus caricias,

Por ver tu rostro de gloria.

Soy barro ungido de esencia, muerte y viento.

 

Para escribir tales líneas, además de profunda intuición y sensibilidad se necesita amor y conocimiento, pues no es posible llegar a la recamara del Amado sin antes haber descorrido el velo que oculta los tesoros del entendimiento o sin por lo menos haber visto el reflejo de la Fuente sagrada, de donde emerge la Sabiduría misma, esa que está vedada al entendimiento simple y fatuo. El mismo Job dice: “¿Quien es el que oscurece el consejo sin entendimiento?” (Job 42:3).

Este poemario está sumergido en profundos sentimientos que confluyen hasta el abismo del amor más sublime. Un desborde a raudales de amor al Aterno, de deleite en sus misterios y de gozo indecible en el dolor que este causa. “Por qué alumbras mi nada con tu sonrisa? Vencido, caigo en tu luz” (poema 69).

Considero que es imposible leer este poemario sin subir, aunque sea de refilón, al trono de la gracia; descubramos pues los ojos en cuyas pupilas está guardado cada ser humano. Ojos que escudrinan lo profundo del pensamiento, ojos que enamoran, ojos que acarician en la calidez de una mirada, y de los cuales, aunque se intente, no se puede escapar. Poema 68:

 

Ojos que descienden

A lo oculto de mi alma. Ojos que ven por dentro.

Ojos que descubren tesoros enterrados

En el barro, en la compasión. No ven mis ojos,

Sino los tuyos.

Serenos ojos nazarenos, que pueda

Ver, que vea tus huellas. Haz de mis ojos cuencos

Del amor, océanos en los que naveguen los niños.

Ojos en calma, poseídos de cielo, abiertos a la

Esperanza. Que mis ojos y los tuyos se encuentren

Como estrellas de la mañana.

 

Ojos que construyen encuentros, amigos

De las entrañas, temblor de pupilas intangibles,

Luciérnagas del interior

Que auscultan mi ausencia. Oh niñas divinas

Que lloran la muerte, ¿acaso tengo hermosura

Para que me miren? Esos ojos deslumbran

Con sus llamas. Y yo que no los quiero ver

Y los miro. El eterno rostro encarnan.

No por humanos los percibe mi centro,

Sino por el amor que irradian. Ay seducción,

Ay pupilas sin orbe, ¿Por qué ahondas

La herida de la ternura?

 

No es posible leer sin experimentar la herida que causa la viva llama del fuego espiritual que constriñe el alma. Escribe el autor: “Te recuerdo como agua mansa” (poema 55). Es una expresión que destila paz, la mansedumbre que regocija y el agua que abraza y da vida; quietud y plenitud son las imágenes que evoca esta frase. Todos en algún momento queremos estar regocijados en la quietud de un “agua mansa”; quizás así debe sentirse estar en la presencia del Amado, en un momento de oración, contemplación o meditación. 

Embriagado de amor, embelesado ante la magnificencia del divino misterio, el poeta vegano Fausto Leonardo Henriquez canta. Poema 21:

 

Me hundo

En el lago inmenso

De la noche.

 

A tientas, al borde

De la oscuridad,

Navego en búsqueda

Del faro que de descanso

A estos velámenes.

 

Dejame ir hacia ti

Levitando en tu presencia,

Porque en estos paramos

Solo escombros, humo,

Encuentro.

 

Carne impenetrable y finita

En la hondura, la tierra.

 

Afuera solo los grillos cantan

Y yo aquí, frente a ti, aturdido.

 

El autor con su poemario “Insula presentida” pone en evidencia la clara intuición mística que lo ocupa y el gran conocimiento que subyace en su ser. Desde el inicio hasta la última frase escrita logra conectar nuestro ser con lo incomprensible y nos pasea, con su lírica y mística, por los salones celestiales del cielo, a los cuales todo mortal aspira visitar en algún momento. Su poemario es un canto de amor al Amor. Es una sublime manifestación de su ardor y del arrebato de su alma, que en ocasiones danza con la música celestial. Don Fausto canta al Eterno embriagado de amor, rendido ante el hechizo de la bruma, y ese amor salpica al lector en cada frase, en cada línea. 

Concluyo con la primera parte del poema 46. A través del mismo se puede constatar que la poética de Fausto Leonardo Henríquez está cargada de amor, luz y regocijo.

 

Abrí la ventana

Y se abrió el mar,

Y el mar eras tú.

 

 

 

 

Elidenia Velásquez

Coloquio del Movimiento Interiorista

Centro de Espiritualidad San Juan de la Cruz

Lajas de La Torre, R. Dominicana, 14 de enero de 2023








 

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