23 enero 2023

Luis Velásquez: La esperanza que no cesa o el espíritu de las cosas


Introducción


Este nuevo libro, De las cosas y sus espíritus, de Luis Velásquez, poeta del Movimiento Literario Interiorista, es un mosaico desigual de poemas que conforman un todo. Tal desigualdad se dice en razón de la pluralidad de temas que han servido de materia al autor para elaborar cada pieza poética. Dicho con otras palabras, el poeta ha escrito un poemario compuesto por una recopilación de poemas de diversas temáticas. Por lo que estamos ante una obra compuesta por diferentes piezas, perfectamente engarzadas.

Elementos cósmicos

Resulta complicado decir algo nuevo, por ejemplo, del agua, los árboles, la alborada, los glaciares o las galaxias. Sin embargo, puedo asegurar, que el poeta Luis Velásquez es capaz de extraer sustancia poética de todo lo que toca. Basta que una cosa lo seduzca para que luego aparezca reconvertido en arte. La fuerza de la poiesis –fuerza creadora del artista– es tal que sorprende por la novedad y frescura de su imaginación torrencial.

Veamos lo que dice de una gota de agua que, para muchos, en la vida real, pasa prácticamente desapercibida. No describe la gota, la inquiere, la cuestiona. Interactúa con ella y profundiza sobre el origen y existencia del agua.

¿Cuándo fuiste lluvia

que arrecia los mares

y luego bebida a sorbos

por ballenas cantantes?

(Gota de agua)

Cuando el poeta eleva los ojos y el pensamiento al cosmos –ignoro si sigue los pasos de Cántico Cósmico (1989) de Ernesto Cardenal– percibe las vibraciones de los diferentes elementos de la naturaleza y del universo estelar. Siente la ternura ante la belleza de los astros y las galaxias.

Oscura la materia se abalanza en abrazo.

Giro eternitario de Casiopea

dio a luz una cópula de nebulosas.

(Andrómeda)

La fuerza telúrica de la tierra, o, para ser exactos, del hielo que abriga los polos del globo terráqueo, atrae la mirada penetrante del poeta que entra en el secreto originario de los glaciares, muchos en estado de deshielo, y con certeza dice:

Añeja agua sedimentada,

te escondes en el valle,

musitas en la niebla

y a paso de caracol arrollas

la piel del cañón con hipotermia.

(Glaciar)

 

Hablar de un árbol puede resultar un lugar común, sin duda, pero esa regla tiene su excepción en Luis Velásquez. Lo que un artista plástico hace con la paleta y el caballete, lo hace nuestro poeta con la palabra poética.

Soy carne de suelo y luz,

tierno carbón que florece

al tacto de las mariposas.

 

Fui semilla desnuda   arrobada

en el húmedo trueno de la selva.

(Árbol)

Para percatarnos de que estamos ante un verdadero orfebre de la palabra, fiel a su oficio de amasar el verbo con destreza, basta tan solo con la lectura de los primeros poemas de esta obra certera. Pero no es suficiente, hay más aristas que pueden ser consideradas, como, en efecto, vamos a ver en el siguiente apartado.

Elementos sociales

Luis Velásquez es sociólogo de profesión y, probablemente por eso su mirada se ha vuelto más aguda hacia los acontecimientos sociales que afectan al ser humano. Pasan por el tamiz de su creación: la pandemia, el hambre, los incendios forestales, el mestizaje, la migración, el servicio de un vigilante o de una aseadora, o los fenómenos naturales como los huracanes, entre otros temas de interés. El poeta da cuenta, no sin cierto mohín de frustración ante la especie humana, de todo aquello que vive y le afecta. Es importante remarcar que el poeta filtra lo que ve a través de su chispeante capacidad imaginativa, para dar a luz poemas autónomos -cada poema es una obra en sí misma- con gran fuerza lírica. 

Sacudido por el impacto de la pandemia, y por los estragos que ésta ha provocado en el mundo, exclama con la voz en un hilo casi roto por la angustia:

Media-vida

tuerce el zumbido global

de la colmena humana.

 

El llanto es inyectado en las fronteras

intravertientes.

Campo y ciudad se viralizan:

afiebrada vocal entre las sábanas.

(Pandemia)

Durante el tiempo de cuarentena provocada por la pandemia, se perdieron muchas cosas –vidas humanas, el contacto físico, las relaciones sociales, etcétera– y se extrañaron otras, como la posibilidad del beso, el abrazo o el encuentro amistoso. Todos hemos sido testigos de que la pandemia ha trastocado la psique de numerosas personas, obligándolas a tratarse psicológicamente con un profesional. El poeta es humano y, como tal, canta lo humano, es decir, lo que acontece a las personas, necesitadas todas ellas de afecto, cariño y cercanía.

Al principio

extrañaba los abrazos,

el ímpetu caluroso

del cariño entregado.

 

Una estación más tarde:

la gélida distancia.

La innata habilidad

del nado en los bebés

se ha constreñido.

(Cuarentena)

 

 

Como se ha dicho arriba, hay en el poeta un cierto desencanto o frustración a causa de las diferentes realidades de sufrimiento, a menudo provocado por la maldad del ser humano que, con frecuencia, se convierte en una amenaza no solo para la naturaleza, sino incluso para su misma especie. De esa amargura existencial –para mí lo más sugerente de esta nueva entrega– emerge un punto de confianza inclaudicable en el futuro, esto es, «una esperanza terca» en el porvenir. Hay mal, pero se espera el triunfo del bien. Ahí radica la la esperanza. Ante la actitud exterminadora de los humanos, ante los escombros de muerte, violencia, migración y pobreza, el poeta se convierte en voz elocuente, en una voz tercamente esperanzada, para infundir aliento a la sociedad, pero también para denunciar la barbarie del siglo.

 

El «estrecho risco de la esperanza» se torna una fruta dulce, consoladora. La esperanza, senda estrecha y difícil, se convierte en horizonte de luz, en aliento de vida, en una fuerte convicción de que en Un mundo para todos dividido(Roberto Sosa, 1971), hay futuro. En suma, la esperanza es, para el poeta, la «sabrosa pulpa de porvenir». Hay amargura en el mundo, pero lo que se espera es sabroso y bueno. La dulzura del higo es símbolo de que el bien triunfará, alegrando la existencia.

 

El susto cruza el suelo,

la esperanza los sarmientos.

(Pandemia)

Yo tenía seis años,

ella un cántaro de esperanza

(La aseadora)

Higo profundo

que sepulta el miedo,

ave tornasol

que fecunda el aliento

con voces frutales,

sabrosa pulpa de porvenir.

(Esperanza)

 

Pero la mano acude

al estrecho risco de la esperanza.

(Escombros)

 

Aferradas las uñas

a una esperanza terca.

(Huracanes)

 

Moriré en un asalto

al tren de la desesperanza.

(Guardia de seguridad)

Elementos erotizantes

Otra nota característica, tal vez la menos notoria, pero presente en este poemario, es el erotismo. El poeta hace un tratamiento muy refinado de la cuestón erótica, evitando con ello recurrir a caminos trillados. El erotismo es una dimensión antropológica muy importante. Los artistas la han tratado de muchas maneras a lo largo de la historia y, en particular, en la poesía bucólica, amatoria, y más recientemente en la poesía erótica como tal. En nuestra cultura latinoamericana la cuestión del Eros, en general, se reduce al ámbito estrictamente privado. Como dato relevante vale decir que Octavio Paz, en su ensayo La llama doble (1993), aborda de forma extraordinaria, el erotismo. En dicha obra, Paz, premio Nobel de Literatura (1990) hace un recorrido por el camino que ha seguido el erotismo hasta nuestra época. Por lo que concierne al autor de De las cosas y sus espíritus, enfatizamos, solo apunta al erotismo como un aspecto más de su creación. Lo aborda con sutileza, belleza y asombro.

No conozco el vestido

derrapándose en la sábana,

los labios abalanzados

con afición demente,

la bragueta descendiendo

con tacto delicado,

el palpitar

del brasier inconmovible

entre mis dedos torpes.

(El virgen)

Me quedó tu olor.

Me quedo en tu aroma

de piel y delirio.

Me suda la voz

enredada en tu aliento,

recuerdo tibio.

Las ingles abrasadas,

los labios tiritan ardor

como óleo gemido.

(Acercamiento)

 

Estos renglones, como se ha podido ver, son simplemente un breve acercamiento a De las cosas y sus espíritus. Lo que sin duda podrá hallar el lector, en esta segunda publicación de Luis Velásquez, es una desbordante creatividad poética, esto es, la palabra bien trabajada y cuidada, como es del gusto de lectores exigentes. Todos los temas, incluso el hilarante “Ventoso”, reciben un tratamiento de alta calificación. 

Resumo mi impresión de esta obra poética: 1) Empatía con los elementos cósmicos. Por cuanto el poeta vibra con los fenómenos de la tierra y del espacio. 2) Visión profética. Por cuanto atestigua la realidad doliente, dejando constancia de estampas de hechos, acontecimientos y fenómenos, denunciando con sus versos las acciones perversas de la especie humana. 3) La esperanza que no cesa. Por cuanto aguarda tercamente un mejor destino para los pueblos. 4) Celo por la palabra. Por cuanto todo lo que llega a su imaginario creador y pasa por el fuego de su poiesis se transforma en belleza. 5) Sentimiento humanitario. Por cuanto se solidariza con los débiles de la sociedad, elevando con su arte la dignidad de las personas más vulnerables.

 

Fausto Leonardo Henríquez, PhD

1 comentario:

  1. Luis Velásquez R.24 de enero de 2023, 3:23

    ¡Mil gracias, amigo Fausto! Su gentil apoyo es muy valioso para mí.

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