El gusano de seda se alimenta de hojas de morera. El producto de su alimento, como se sabe, es la seda, ese fino y delicado producto que seduce a los gustos más refinados. Rocío Santos, con su primer poemario, da a conocer lo que, como el gusano de seda, es el fruto de pulir la palabra en lo callado del oficio de “ociosa creatividad”.
El hilo de seda con el que ella teje este poemario es el de la trascendencia. Se puede comprobar en este libro toda una intencionalidad de profundizar en la ‘instancia última’ de la vida. La poeta lo hace, considero yo, para situarse ante el mundo y ante las cosas con el fin de dejar en evidencia que el mundo material tiene sus límites. O, si se prefiere, que el mundo inmaterial o espiritual, es ilimitado.
La trascendencia en la que se afinca la poeta es poliédrica. Para que se vea mejor, subrayo algunas palabras que muestran con claridad los diferentes aspectos en los que puede traducirse la pluralidad de sentidos de la trascendencia en esta obra de Rocío Santos.
La eternidad. Forma parte constitutiva del corazón humano el anhelo insoslayable de un horizonte que cae fuera del tiempo. Que el ser humano aspire a la eternidad es esencial a su naturaleza. Es parte de su ser. La fugacidad de las cosas y el paso inexorable de los años nos hace pensar que, en efecto, no todo es efímero, que algo permanece y dura eternamente. Platón, por ejemplo, habla de las Ideas eternas. Poetas y pensadores coinciden, por diversos caminos, en la idea de lo eterno.
El Absoluto. En lo más profundo de nuestro ser reside un aguijón que impulsa al género humano a no morir sin haber intentado fondear en las profundidades de Ser; a intentar dar respuestas a cuestiones esenciales de la existencia humana, tales como ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? La pregunta por el Ser, por el Absoluto no se puede tapar con un parche. Es legítimo bucear a la luz de la razón el lado metafísico de la realidad.
El sentido. ¿Quién no se pregunta por el sentido de las cosas, de la vida, de la muerte, de los fenómenos? Sin duda, alguna vez habremos topado con situaciones reales en las que nos hemos hecho la pregunta de por qué o para qué de ciertas cosas. La poesía de Rocío es un intento de responder desde el arte poético al sentido de la realidad que la envuelve. Ahí reside su valía y uno de sus aciertos.
Lo último. Algo parece llamarnos desde lo secreto de las cosas existentes. Alguien nos atrae desde el otro lado de lo físico. Alguien nos hace señales desde el misterio que encierra el universo para que nos orientemos sin desmayar hacia él, porque allí reside, acaso, el lugar de sosiego para este corazón nuestro que no se sacia, como dijera Amado Nervo, más que con la eternidad.
Llamada al amor divino. Desde un plano netamente creyente, el Creador, que nos creó con amor, nos llama al amor divino, al encuentro con él que es la fuente del amor verdadero y el culmen de nuestra existencia. De él venimos y a él vamos. De ahí nace el fuego que nos quema por dentro y nos espuelea para que alcemos la vista más allá de las cosas relativas y miremos cara a lo divino, a Dios al cual tendemos porque fuimos creados por él y para él.
Una gota en el mar toma distancia de la realidad concreta para no contaminar el halo trascendente que encierra la obra. Por el mismo motivo, tal vez para bien, los sentimientos se disfrazan en el discurso poético para dar paso a los pensamientos.
En definitiva, esta primera obra de Rocío Santos marca un solfa con personalidad y criterio. Está aquí, in nuce, una voz que, como el gusano de seda, produce una poesía de excelencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se admiten comentarios, siempre que sean respetuosos