19 enero 2023

LA LLAMA PERPETUA: JUAN SANTOS


En este poemario, La llama perpetua, hay una constante entre lo temporal y lo eterno. El binomio alma-cuerpo, tiempo e intemporalidad son parte del armazón que construye el autor en este poemario terriblemente bello. Yo sitúo este poemario, al menos como enunciado, en el marco de la idea que tiene Kant en su ensayo La crítica del juicio,  donde el pensador habla de un tipo de belleza relacionada con lo sublime terrible.

 

Por otra parte, Santa Teresa de Jesús decía que “no estamos huecos por dentro”.  En este tenor, Santos advierte a los de su generación que hay una presencia que mora en el “oscuro centro”. Esa presencia es una certeza, a veces enturbiada por la realidad existencial siempre imperfecta, que está dentro de la persona. El joven poeta proclama con su obra que la persona no está vacía, que no está hueca, que está habitada por una presencia amorosa que le da sentido. Eso es lo que él canta torrencialmente. De ahí su lucha interior –juego de sombras que se contraponen a los fuegos y luminosidades que circulan en sus venas– por lograr la visión de la luz celeste como si fuera un Dante deslumbrado por la luz divina en el Paraíso.

 

Como las serpientes que mudan la piel, así el alma del poeta que, enamorada y luminosa, mira lo que fue –la vida pasada– para mirarse en Dios. El sosiego le viene cuando un “soplo recurrente” lo abraza. La vida cambia cuando se nace de la herida del corazón, del “cálido vientre” de la luz.

 

En fin, este primer poemario de Juan Santos contiene vetas de la poesía destinada a atraer la atención de los lectores exigentes.  Hay mucha fuerza, todavía indomada en sus composiciones, pero esto es cuestión de tiempo. Esta obra es el tic de una “gota inmortal”. Y eso basta para saber que su propuesta poética va en serio.

 

 

 

 

UNA GOTA EN EL MAR: UNA APUESTA POR LA TRASCENDENCIA


El gusano de seda se alimenta de hojas de morera. El producto de su alimento, como se sabe, es la seda, ese fino y delicado producto que seduce a los gustos más refinados. Rocío Santos, con su primer poemario, da a conocer lo que, como el gusano de seda, es el fruto de pulir la palabra en lo callado del oficio de “ociosa creatividad”.

      El hilo de seda con el que ella teje este poemario es el de la trascendencia. Se puede comprobar en este libro toda una intencionalidad de profundizar en la ‘instancia última’ de la vida. La poeta lo hace, considero yo, para situarse ante el mundo y ante las cosas con el fin de dejar en evidencia que el mundo material tiene sus límites. O, si se prefiere, que el mundo inmaterial o espiritual, es ilimitado.

            La trascendencia en la que se afinca la poeta es poliédrica. Para que se vea mejor, subrayo algunas palabras que muestran con claridad los diferentes aspectos en los que puede traducirse la pluralidad de sentidos de la trascendencia en esta obra de Rocío Santos.

            La eternidad. Forma parte constitutiva del corazón humano el anhelo insoslayable de un horizonte que cae fuera del tiempo. Que el ser humano aspire a la eternidad es esencial a su naturaleza. Es parte de su ser. La fugacidad de las cosas y el paso inexorable de los años nos hace pensar que, en efecto, no todo es efímero, que algo permanece y dura eternamente. Platón, por ejemplo, habla de las Ideas eternas. Poetas y pensadores coinciden, por diversos caminos, en la idea de lo eterno.

            El Absoluto. En lo más profundo de nuestro ser reside un aguijón que impulsa al género humano a no morir sin haber intentado fondear en las profundidades de Ser; a intentar dar respuestas a cuestiones esenciales de la existencia humana, tales como ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? La pregunta por el Ser, por el Absoluto no se puede tapar con un parche. Es legítimo bucear a la luz de la razón el lado metafísico de la realidad.

            El sentido. ¿Quién no se pregunta por el sentido de las cosas, de la vida, de la muerte, de los fenómenos? Sin duda, alguna vez habremos topado con situaciones reales en las que nos hemos hecho la pregunta de por qué o para qué de ciertas cosas. La poesía de Rocío es un intento de responder desde el arte poético al sentido de la realidad que la envuelve. Ahí reside su valía y uno de sus aciertos.

            Lo último. Algo parece llamarnos desde lo secreto de las cosas existentes. Alguien nos atrae desde el otro lado de lo físico. Alguien nos hace señales desde el misterio que encierra el universo para que nos orientemos sin desmayar hacia él, porque allí reside, acaso, el lugar de sosiego para este corazón nuestro que no se sacia, como dijera Amado Nervo, más que con la eternidad.

            Llamada al amor divino. Desde un plano netamente creyente, el Creador, que nos creó con amor, nos llama al amor divino, al encuentro con él que es la fuente del amor verdadero y el culmen de nuestra existencia. De él venimos y a él vamos. De ahí nace el fuego que nos quema por dentro y nos espuelea para que alcemos la vista más allá de las cosas relativas y miremos cara a lo divino, a Dios al cual tendemos porque fuimos creados por él y para él.

            Una gota en el mar toma distancia de la realidad concreta para no contaminar el halo trascendente que encierra la obra. Por el mismo motivo, tal vez para bien, los sentimientos se disfrazan en el discurso poético para dar paso a los pensamientos.

            En definitiva, esta primera obra de Rocío Santos marca un solfa con personalidad y criterio. Está aquí, in nuce, una voz que, como el gusano de seda, produce una poesía de excelencia.

16 enero 2023

ÍNSULA PRESENTIDA, de Fausto Leonardo Henríquez

Dra. Elidania Velásquez

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”
 (Salmos 19:1-4).

 

Con estas palabras tomadas de las Sagradas Escrituras quiero introducir este místico poemario llamado “Insula presentida” del escritor dominicano Fausto Leonardo Henriquez; el mismo consta de ochenta y seis hermosos poemas, innombrados, solo marcados con números ordinarios cuya distribución es fuera de lo común, pues inicia al revés, es decir de atrás hacia adelante. 

Está dividido en dos partes; la primera es llamada “Vuelta a los origenes”, y consta de cuarenta poemas. Mientras que la segunda se llama “Espejismos intangibles”, y está conformada por cuarenta y seis composiciones. Ambas, ponen en evidencia a un ser humano sensible y poseedor de un conocimiento y amor desmedido hacia lo Divino.

En ocasiones se percibe a un autor ebrio de amor, extasiado y maravillado ante la grandeza que lo contiene. Pero no solo el autor vive esos sentimientos, sino que también el lector es atrapado por tal magnetismo cuando en la fría madrugada se pierde en el hilo de esas líneas claras y emotivas que desnudan al autor, sus fuertes emociones y vivencias, al tiempo que hace entender la agonía contenida en su pecho, al experimentar el dolor de lo divino que le quema con el fuego que no consume. 

Frases como “se ahoga en ti mi inteligencia, la razón”. Ponen en evidencia el diluvio estremecedor que arropa a Fausto Leonardo en sus horas de meditación y oración. Una especie de regocijo en lo Divino es lo que destilan sus líneas. Veamos este ejemplo del poema 86: “Me nombras y mi fe tiembla; me miras, y mi alma ya no gime”. Gemidos de amor palpamos en cada frase escrita en este envolvente poemario. Si, envolvente, porque mientras más leemos mayor es la sacralidad y más firme es la convicción de lo expresado. Él, muy claro lo dice en el poema 85 cuando exclama: “Busco un asidero en el joven barro y no encuentro más que mi aliento atrapado a lo eterno como una araña en su tela”.

El salmista era un experimentado contemplador de la naturaleza, y esa facilidad  le permitía conectarse con lo profundo de las cosas, y por tanto, le ayudaba a mantener una mayor comunicación con el gran Hacedor. Esa capacidad contemplativa e invisible comunicación con el Eterno es tambien reflejada en la poética de nuestro invitado, tal y como puede apreciarse en este poema 83:

 

Alguien te empuja a beberte

El agua de los glaciares. ¿Qué fibras

mueven tus recodos que lloras espumas?

Rio en fuga, detén tu curso en esta orilla,

En mis manos. ¿Por qué avanzas

Tan aprisa?, ¿Qué locura te arrebata

La calma? En tu fondo te lastimas

Y no hay cura para tu mal, excepto

En el océano. Llevame en tu piel

Que yo también al mar me precipito.

 

A mi entender, el fundamento conceptual de esta obra es el amor avasallante y la búsqueda perenne del rostro del Amado, el que acompaña, el que se esconde, el que habla y susurra,  pero también calla; El que consuela y al mismo tiempo atormenta con sus insondables misterios, el que traspasa con rayos de fuego y acaricia con el rocío del cielo, el que ilumina el pensamiento y acompaña en la tenebrosa obscuridad. La mera sospecha de su existencia es motivo de dolor, regocijo y duda. 

Los grandes contemplativos de todos los tiempos sintieron en su ser la viva llama del amor sublime, experimentaron el dolor y la agonía que los unía o separaba del Eterno, mismo dolor que plasmaron en hermosas y memorables composiciones que como esta roban el aliento y evocan incandescentes suspiros. Veamos el poema 72:

 

Tus manos han hecho hablar el barro.

El barro hoy te busca en la noche. Te palpa la voz.

Le diste al barro vida. El barro anhela tu divinidad.

Huérfano se postra, miralo. Barro

Con corazón, barro con dolor y muerte. Barro

Que orilla tu nombre como ola que balbuce

Su llanto. ¡Ay, que gime el barro, que sueña

Hallarte! Barro que camina y piensa. Barro

Que cree y rastrea los aletasos de tu vuelo.

¿Dónde moras, presencia sin sentidos? ¿Por qué

Le diste a este bulto de tierra olfato de cielo?

El barro suspira por tus caricias,

Por ver tu rostro de gloria.

Soy barro ungido de esencia, muerte y viento.

 

Para escribir tales líneas, además de profunda intuición y sensibilidad se necesita amor y conocimiento, pues no es posible llegar a la recamara del Amado sin antes haber descorrido el velo que oculta los tesoros del entendimiento o sin por lo menos haber visto el reflejo de la Fuente sagrada, de donde emerge la Sabiduría misma, esa que está vedada al entendimiento simple y fatuo. El mismo Job dice: “¿Quien es el que oscurece el consejo sin entendimiento?” (Job 42:3).

Este poemario está sumergido en profundos sentimientos que confluyen hasta el abismo del amor más sublime. Un desborde a raudales de amor al Aterno, de deleite en sus misterios y de gozo indecible en el dolor que este causa. “Por qué alumbras mi nada con tu sonrisa? Vencido, caigo en tu luz” (poema 69).

Considero que es imposible leer este poemario sin subir, aunque sea de refilón, al trono de la gracia; descubramos pues los ojos en cuyas pupilas está guardado cada ser humano. Ojos que escudrinan lo profundo del pensamiento, ojos que enamoran, ojos que acarician en la calidez de una mirada, y de los cuales, aunque se intente, no se puede escapar. Poema 68:

 

Ojos que descienden

A lo oculto de mi alma. Ojos que ven por dentro.

Ojos que descubren tesoros enterrados

En el barro, en la compasión. No ven mis ojos,

Sino los tuyos.

Serenos ojos nazarenos, que pueda

Ver, que vea tus huellas. Haz de mis ojos cuencos

Del amor, océanos en los que naveguen los niños.

Ojos en calma, poseídos de cielo, abiertos a la

Esperanza. Que mis ojos y los tuyos se encuentren

Como estrellas de la mañana.

 

Ojos que construyen encuentros, amigos

De las entrañas, temblor de pupilas intangibles,

Luciérnagas del interior

Que auscultan mi ausencia. Oh niñas divinas

Que lloran la muerte, ¿acaso tengo hermosura

Para que me miren? Esos ojos deslumbran

Con sus llamas. Y yo que no los quiero ver

Y los miro. El eterno rostro encarnan.

No por humanos los percibe mi centro,

Sino por el amor que irradian. Ay seducción,

Ay pupilas sin orbe, ¿Por qué ahondas

La herida de la ternura?

 

No es posible leer sin experimentar la herida que causa la viva llama del fuego espiritual que constriñe el alma. Escribe el autor: “Te recuerdo como agua mansa” (poema 55). Es una expresión que destila paz, la mansedumbre que regocija y el agua que abraza y da vida; quietud y plenitud son las imágenes que evoca esta frase. Todos en algún momento queremos estar regocijados en la quietud de un “agua mansa”; quizás así debe sentirse estar en la presencia del Amado, en un momento de oración, contemplación o meditación. 

Embriagado de amor, embelesado ante la magnificencia del divino misterio, el poeta vegano Fausto Leonardo Henriquez canta. Poema 21:

 

Me hundo

En el lago inmenso

De la noche.

 

A tientas, al borde

De la oscuridad,

Navego en búsqueda

Del faro que de descanso

A estos velámenes.

 

Dejame ir hacia ti

Levitando en tu presencia,

Porque en estos paramos

Solo escombros, humo,

Encuentro.

 

Carne impenetrable y finita

En la hondura, la tierra.

 

Afuera solo los grillos cantan

Y yo aquí, frente a ti, aturdido.

 

El autor con su poemario “Insula presentida” pone en evidencia la clara intuición mística que lo ocupa y el gran conocimiento que subyace en su ser. Desde el inicio hasta la última frase escrita logra conectar nuestro ser con lo incomprensible y nos pasea, con su lírica y mística, por los salones celestiales del cielo, a los cuales todo mortal aspira visitar en algún momento. Su poemario es un canto de amor al Amor. Es una sublime manifestación de su ardor y del arrebato de su alma, que en ocasiones danza con la música celestial. Don Fausto canta al Eterno embriagado de amor, rendido ante el hechizo de la bruma, y ese amor salpica al lector en cada frase, en cada línea. 

Concluyo con la primera parte del poema 46. A través del mismo se puede constatar que la poética de Fausto Leonardo Henríquez está cargada de amor, luz y regocijo.

 

Abrí la ventana

Y se abrió el mar,

Y el mar eras tú.

 

 

 

 

Elidenia Velásquez

Coloquio del Movimiento Interiorista

Centro de Espiritualidad San Juan de la Cruz

Lajas de La Torre, R. Dominicana, 14 de enero de 2023








 

28 noviembre 2022

Interpretación del poema “El límite y la nada” del poeta Tomás Rivera Martínez

 El tono empleado por en el presente poema debe ser comprendido en el marco del resto de poemas que componen
 
A pesar de la nostalgia, renacerá la esperanza. Dicho tono es espontáneo, libre de poses. El poeta se muestra tal como es y se expresa como piensa, como quien ya tiene el camino recorrido.

El discurso poético, en general, es fluido y da la impresión de que el poeta sabe a la perfección lo que quiere decir y cómo lo quiere decir. Esto, naturalmente, facilita la interpretación, pero precisamente por eso, lo que parece tan obvio puede, como así creo yo, encerrar significados o sentidos que una primera lectura no deja al descubierto.

Nunca una interpretación agota los múltiples significados del texto. Consciente de eso, debo señalar, que mi breve comentario al poema “El límite y la nada” es una glosa que puede tener sus aciertos, o no, sobre posibles significados escondidos.

En el poema “El límite y la nada” late la pregunta por el sentido, la desolación y la vaciedad de las cosas.

Un primer elemento que destacar en “El límite y la nada” es la falta de sentido. La existencia sin una razón para vivir, sin un norte u horizonte al que tender se convierte en una azarosa agonía que nubla la senda o vía a seguir. La ausencia de un asidero deja el sabor agridulce que impide encontrar un punto de apoyo para hacer más fácil del trayecto de la vida.

Falto de rieles y horizontes/ hacia adentro / las luces van muriendo. / No hay espacio, / no hay aire, / no hay distancia. / Nadie pregunta / por ticket de regreso. / Nada que / buscar, / solo un olor a piedra inexistente, / solo a piedra.

Hay versos inquietantes que sacuden la conciencia del lector. El poeta describe un panorama desolador, podría decir, espero que no resulte forzada la afirmación, que se sumerge en una atmósfera análoga a la creada por Rulfo en Pedro Páramo.

Sin los pasos / las rutas enmudecen, / des-aladas huellas / percibo tu presencia descarnada. / Cáscara eres, / despojo de luz, / sombra en retroceso, / parada / perdiéndose / en la bruma.

Rivera Martínez es un poeta de la diáspora. Por esta razón, sus versos están jalonados entre el aquí y el allá, entre el recuerdo remoto y el pensamiento presente. Quizás sus mejores momentos se alcanzan cuando se funde en sus poemas esa doble vertiente de su creación.

Hace ya muchos sueños preguntaste: / “Pa: ¿Qué pasa con las flores que me miran”? / Y solo, en el silencio, / te buscaba en cada niño / perdido en las esquinas.

Los siguientes versos dan cuenta de la influencia que todavía ejerce la tierra de origen. Los elementos de la naturaleza tropical, tales como el nopal y el maíz, pero también amigos de infancia y juventud acentúan el arraigo afectivo del poeta hacia su cultura, costumbres e identidad.

Era entonces el tiempo / de nopales rojos, / de maizales en hileras floreciendo, / de amigos sin presencia / que jugaban contigo, / de álamos y espejos / que nunca conociste.

El tren es un símbolo de la vida que se va, que se aleja de la infancia y se pierde en el ocaso. El viaje, que puede ser azaroso o divertido, lo podemos hacer solos o en compañía. De lo que podemos estar plenamente ciertos es de que el viaje, aunque a veces resulte un fastidio, necesariamente hay que hacerlo.

“¡Todos a bordo!”, / anunció el silbato, / y en ese maldito tren / me iba contigo.

El poema que hemos venido glosando hasta aquí posee, ciertamente, rasgos de desolación. Por eso el poeta intenta, dentro de los límites que le pone la misma existencia, encontrar indicativos para seguir viviendo. El poeta reconoce los lugares y cosas donde no hay nada, pero, en contraste, también es capaz de estremecerse ante una flor que emerge, ante los colores de la naturaleza o ante una nueva vida que empieza.

Rara forma de nacer / Sin apegarse, / De brotar y danzar / en la fiesta de flores / y colmenas. / ¿Has visto la matriz de los colores? / ¿La ternura del beso de la brisa cuando pasa?  / ¿O el sentir del corazón antes de ser?

El centro del poema hace referencia a una existencia finita, limitada, irremediablemente abocada a su final. La consciencia de la muerte inexorable, como límite o tope de la vida, la resistencia a morir, a pasar al otro lado, al más allá, y la inquietante certeza de que “nada te llevarás cuando te marches”, como dice la canción de José María Napoleón, queda expuesto en los siguientes versos.

Todo límite es espejo, / memoria en retroceso, / bandera carcomida / por el viento. / Caronte no arriesga su guadaña / en esta orilla. / Nada que llevar en la vieja barcaza, / y el agua se resiste / al miedo de los remos.

Pero no todo es límite, muerte y luego la nada. A pesar de ello, un rayo de luz se abre en la azarosa existencia: la belleza de las flores como símbolo de lo divino o celeste.

No ignores el suspiro / de la lluvia al morir / en tu cuerpo. / En las flores renacen / aladas maravillas / que desde el cielo / a besarte regresan.

Los versos del poeta Rivera Martínez, revelan la sutileza de un alma que no ha sido ajena a los embates de los límites que impone la naturaleza humana. El dolor y la aflicción ponen a prueba la autosuficiencia humana. El poeta sabe de aflicciones, pero las exorciza dejando que el tiempo las cure.

Que las penas ocultas / no queden en tu mente, / que solo sean eso, / ríos silentes, / que en el tiempo / sin saber se pierden.

Al hilo con lo anterior, el límite lo marca el tiempo. El tiempo no juega limpio. El tiempo pasa de forma inexorable. En verdad, es la autoconciencia del sujeto la que le sitúa ante el espejo de su propia realidad: la finitud, la muerte. Es importante subrayar que no es el tiempo el que pasa, es el ser humano. Empleamos la categoría el “tiempo tiempo pasa”, como si quisiéramos ser nosotros los dueños de las edades, de Chronos. Es el ser humano el que tiene la certeza de su finitud, que está abocado a la muerte, que no tiene escapatoria. En este sentido, el transcurrir de la existencia se experimenta como un engaño, como una estafa. La finitud de la vida supone un fracaso. No hay forma humana posible de traspasar el “límite” o la finitud y seguir siendo los mismos. No hay posibilidad de cruzar al otro lado, por más que nos esforcemos. No es posible trascender la limitación. Ni siquiera con la muerte se puede superar dicha limitación. El ser humano, según se desprende de lo dicho, está condenado a la nada, a la muerte, a la incapacidad de trascender la finitud. La autoconciencia de la finitud es más fuerte que la muerte. Lo terrible no es que el ser humano tenga un límite, sino ser consciente de él y no poder superarlo.

A ti el límite ha cerrado / sus invisibles puertas, / y no podrás cruzar / aunque te mueras.

En conclusión, el poema “El límite y la nada” es cortante, sutil y agudo. A mi entender, uno de los elementos más importantes a destacar en esta pequeña obra que es el poema, es el sentimiento de desolación e impotencia ante la conciencia de finitud o temporalidad de la existencia humana. Aunque el tono general del poema es árido, deja entrever, sin embargo, un resquicio al asombro, a la vida y al gozo, como indica el verso: “danzar en la fiesta de flores”.

 

Dr. Fausto Antonio Leonardo Henríquez

Polifonía Literaria, Polifónica, Pedagógica y Artística

27 de noviembre de 2022

05 septiembre 2022

Presentación del libro Las tumbas de los Trujillo de Franklin Gutiérrez



          El libro Las tumbas de los Trujillo habla de muertes, cementerios y, por supuesto, de tumbas, pero no es un manual sobre cementerios, tumbas y muertes. Es un estudio serio del lugar exacto donde se encuentran los restos mortales del dictador Rafael Leonidas Trujillo y su núcleo familiar. Cuatro aspectos he considerado oportunos para presentar este ensayo histórico de Franklin Gutiérrez: el rigor científico, los rasgos biográficos de los Trujillo, una historia para el cine y la memoria histórica.


1.   El rigor científico de la investigación. En este nuevo libro de Franklin Gutiérrez hay un trabajo serio de búsqueda, captación y procesamiento de los datos. Sin eso es imposible, salvo que se quiera hacer ficción, escribir una obra de las características como la que esta noche presentamos aquí. En Las tumbas de los Trujillo se puede constatar la exigencia del autor para no quedarse en la anécdota. Para mantener el método de investigación científica y evitar la superficialidad consulta bibliotecas, hemerotecas, archivos de Estado, pide la colaboración de colegas de diferentes países y, por si fuera poco, acompaña su escritura con testimonios fotográficos de personajes y escenarios inéditos, prácticamente todos, hasta hoy. Con esta evidencia gráfica es imposible negar los hallazgos que aporta el autor y, por tanto, el valor histórico de los datos de los que da fe la obra. 

 

            Este libro enlaza a España con la República Dominicana y aclara muchas incógnitas –aunque no los aclara todos, porque tal vez no era este su propósito–, sobre el destino final del dictador asesinado, Rafael Leonidas Trujillo, y sus familiares. Seguramente muchos de los que estamos aquí desconocíamos las vicisitudes o peripecias que hubo de pasar después de muerto el Dictador Trujillo hasta yacer, como bien cuenta Franklin Gutiérrez, en el cementerio El Pardo de Madrid. En esto radica, en mi opinión, la principal contribución de este estudio histórico. 

 

2.   Cada lápida, una biografía. El doctor y catedrático de The City University tiene una capacidad extraordinaria de poner de relieve solamente lo esencial de cada miembro del linaje del dictador Rafael Leonidas Trujillo. En pocas líneas traza el estilo de vida de cada uno de ellos, sus títulos, sus honores o sus deshonras, sus acciones más sobresalientes, los destinos o países a los que marcharon y, por supuesto, dónde yacen sus restos. Todo ello en base a la verdad histórica constatable. Gutiérrez destaca en su ensayo las celotipias y litigios entre los hijos del Dictador, generados por las fortunas extraídas a la República Dominicana. España, Francia, Costa Rica, Panamá, Puerto Rico y Colombia son los ámbitos de la vergüenza trujillista en el exterior. Sin perder la objetividad de la investigación, el escritor e investigador Franklin Gutiérrez azota con el látigo como un destello contra la férula, nepotismo y latrocinio cometidos por los Trujillo. Las tumbas de los Trujillo, abrirá los ojos a los ávidos de conocimiento de la historia de la República Dominicana del siglo XX. Este libro es fundamental, como mínimo, para descubrir lo que ha sido la familia más despótica de la isla.

 

3.   Una historia de cine. Como contrapunto de todo lo dicho hasta aquí sobre Las tumbas de los Trujillo querría decir que una lectura diferente y atrevida podría ser la de leer este libro como el guión de una película. Cada estampa o lápida esconde un rostro, un personaje visual y gráfico. Es más, este libro en manos de cineasta osado y amigo de grandes historias, o de un novelista con imaginación vargallosesca, haría, además de La muerte del Chivo, una leyenda continuada de los Trujillo como la de los Aureliano Buendía en Cien años de soledad de García Márquez y le pondría un título atractivo  como La hoguera de las vanidades de Tom Wolf o, tal vez emplearía un título más poético “La Muerte es dúctil Pretendiente” para decirlo con la poeta Emily Dickinson.

 

4.   La memoria histórica. La obra de Franklin Gutiérrez, Las tumbas de los Trujillo, tiene un valor añadido: el recordar al mundo, pero sobre todo a los hijos de la tierra de Juan Pablo Duarte, verdadero modelo de civismo y lealtad a la República Dominicana, que hubo un hombre, una familia, Rafael Leonidas Trujillo, antítesis del ideal duartiano, que cabalgó en su orgullo, cegado por el poder, que dominó con cetro de hierro; que hubo unos hijos y allegados que, amparados por la sombra del poder que los cobijaba, medraron a gusto hasta hacer grandes fortunas con el sudor de los hijos de Quisqueya. Eso no se olvida, no. Al contrario, Las tumbas de los Trujillo es un libro que revive la conciencia histórica de lo que hemos sido, somos y seremos como país caribeño. Recordar el pasado es bueno, como hace este libro de Franklin Gutiérrez, no para culpar o maldecir, sino para evitar repetir los errores y equívocos en la conducción de un pueblo y construir un país con los valores fundamentales de la justicia, la libertad, la verdad y la paz social.

Finalmente, voy a leer unos versos del poeta dominicano Manuel del Cabral, publicados su obra Huéspedes secretos (1951)El poema se titula Los hombres no saben morirse, que podría glosar, si se admite la comparación, las muertes de los Trujillo: Los hombres no saben morirse... / «Unos mueren no queriendo la muerte; / otros la encuentran en un beso, pero sin estatura… / otros saben que cuando cantan no le verán la cara. / Los hombres no se mueren completos, no saben irse enteros… / Unos reparten en el viaje sus retazos de muerte; otros dejan el odio para cuando vuelvan… / Otros se van tocando el cuerpo / para saber si salen de la trampa… / Los hombres no saben morirse… / Unos van dejando su yo sin comprenderlo; van dejando basura para escoba esotérica; otros se vuelven hacia adentro del vacío… / Pero todos, con el cadáver de su tiempo al hombro, / todos, todos son el Uno, el Uno que sólo por amor vuelve a la tierra».

Gracias.


FaustoLH

Casa de América, Barcelona, 2 de junio de 2016.

-------------------------------------------

DATOS BIOGRÁFICOS

            República Dominicana, 1951. Ensayista, investigador literario, narrador, poeta y educador. Licenciado en Educación y Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Realizó maestría y doctorado en literatura hispanoamericana y caribeña en The City University of New York, en la cual ejerce como profesor de Lengua Española y Literatura Latinoamericana y Caribeña, desde 1988. – 2000, Premio Nacional de Ensayo, otorgado por la Secretaría de Estado Cultura de República Dominicana por su libro Enriquillo: radiografía de un héroe galvaniano. – 2005, recibió el reconocimiento Orden de los Padres de la Patria: Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador, el más alto honor que concede el Estado dominicano a los ciudadanos notables del país. – 2008, Premio Personalidad Cultural, otorgado por el Ministerio de Cultura de Republica Dominicana. Premio Educador Excelente otorgado por la Universidad APEC y el Instituto de Estudios Dominicanos, de la Universidad de la ciudad de New York. – 2009, La Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, designó con su nombre una calle de la Plaza de la Cultura. – 2011, El Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos le dedicó la V Feria del Libro Dominicano en Nueva York. 

 

PUBLICACIONES

Ha publicado 20 libros, de todos ellos destacamos los siguientes:

1. Evas terrenales: biobibliografías de 150 autoras dominicanas (2000)

2. Literatura dominicana en los Estados Unidos. (Ensayo, 2001) 

3. 33 historiadores dominicanos (biobibliografia, 2002).

4. Palabras de ida y vuelta (Ensayo, 2002), 

5. Diccionario de la literatura dominicana (2004), 

6. El canal de la delicia (Novela, 2010), 

7. Diasporando (Ensayo, 2011) y

8. De Cementerios, Varones y Tumbas (Ensayo, 2012), 

9. Autores dominicanos de la diáspora: apuntes bio-bibliográficos 1902-2012 (2014).

10. Las tumbas de los Trujillo (2016)

 

Es co-autor de las obras Enciclopedia Ilustrada de Republica Dominicana y Enciclopedia del Español en los Estados Unidos.

 

29 agosto 2022

José Acosta: poeta, cuentista y novelista

José Acosta (Santiago, República Dominicana, 1964). Poeta y narrador. Desde 1995 reside en Nueva York. Allí nos conocimos cuando laboraba como corresponsal de prensa en su oficina en la Corte del Bronx y cuando las películas de cintas VHS podían ser rentadas en cualquier esquina de Nueva York. Permítanme una aparente exageración: Si Rafael Nadal es un titán del tenis de alto rendimiento, José Acosta (JA) lo es de la poesía, el cuento y la novela. Esta comparación está avalada en las ocho ocasiones en que el autor ha ganado el Premio Anual de Literatura de la República Dominicana, el más importante del país, en los géneros de novela, cuento y poesía. Amén de otros premios y reconocimientos literarios relevantes y participación en eventos internacionales.

 

De sus obras más destacadas mencionamos:

 

Poesía


Territorios extraños (Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña de Henríquez” 1993), 

El evangelio según la Muerte (Premio Internacional de Poesía “Nicolás Guillén” 2003), 

Viaje al día venidero (Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña de Henríquez” 2016).

 

Cuento


El efecto dominó (Premio Nacional de Cuento Universidad Central del Este 2000), 

Los derrotados huyen a París (Premio Nacional de Cuento “José Ramón López” 2005), 

El patio de los bramidos (Premio Nacional de Cuento “José Ramón López” 2015); 

Muchacha negra en un banco del parque (Premio Nacional de Cuento “José Ramón López” 2021), 

 

Novela


 Perdidos en Babilonia (Premio Nacional de Novela “Manuel de Jesús Galván” 2005), 

La multitud (Premio Nacional de Novela “Manuel de Jesús Galván” 2011), 

Un kilómetro de mar (Premio Casa de las Américas 2015, en la categoría de Literatura Latina en los Estados Unidos),

El lodo y la nieve (Premio Nacional de Novela “Manuel de Jesús Galván” 2019). 


En 2010, su novela La tormenta está fuera estuvo entre las 10 finalistas del XV Premio Fernando Lara de Novela, de la editorial Planeta, y en 2011, fue finalista del Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo, de Francia. En 2016, el Banco Central de la República Dominicana editó e incluyó en su Colección Bibliográfica su novela La tormenta está fuera.

Dado que José Acosta es poeta, cuentista y novelista no podemos menos que pensar, decir y hablar del autor considerando esas tres grandes áreas de la literatura. Con la mayor brevedad posible, quisiera destacar cada uno de esos géneros literarios.

          I.     Poeta de la trascendencia

La poética de JA apunta a horizontes de trascendencia por cuanto abre sendas inéditas de la realidad que, aunque el ser humano de suyo puede intuirlas, tocarlas, pensarlas, no las puede traducir o comunicar con la belleza con que lo hace el poeta y, sobre todo, en la manera peculiar con que se expresa nuestro aeda. Hay en la poesía de JA, un halo de mística hörderliniana; más aún, una impronta de intangibilidad, asombro y misterio como acontece en R. M. Rilke e incluso se percibe en su obra poética la indeleble marca de la metafísica de Manuel del Cabral, uno de los más prominentes poetas dominicanos del siglo veinte.

Se puede afirmar que que JA es un poeta súbito, un poeta al que las musas le sorprenden cuando menos se lo espera y le dan un vuelco al corazón para que tome la lira e interprete el sonoro mensaje que pugna en su interior y que reclama salir de dentro en forma de arte, de palabra luminosa, cargada de vitalidad y verdad profunda. Dice el poeta en una entrevista realizada por Emilia Pereyra:


Cuando escribo poesía, siempre lo hago cuando tengo un “susto” en el corazón. Es un sentimiento que no sé definir con palabras, una sensación extraña, algo que me apremia, me empuja; algo mágico que me supera. Es como entrar una mano en la oscuridad y sacar una orquídea.[i] 


Reafirmamos nuevamente, JA es un poeta del asombro, de lo sutil y, hasta cierto punto, de lo metafísico por la gran cantidad de símbolos e imágenes con fuertes connotaciones que van más allá de la física, que ameritan un estudio especializado. Por ello su obra poética, según el parecer de algunos escritores, entra dentro de la denominada poética literaria interiorista, cuyos fundamentos contempla lo real trascendente y metafísico de la creación literaria.

En resumidas cuentas, en la poética de JA sobresalen, de un lado, la profundidad de sus temáticas, su tono reflexivo, interiorizante y trascendente. También destaca la preocupación por la muerte y por las grandes preguntas de la existencia. Su poética es visionaria –en el sentido en que W. Blake lo fuera– y plenamente humana por cuanto aborda las inquietudes y anhelos más profundo del corazón. Dejamos que sea el poeta el que, a partir de este momento, nos lea con sus poemas. Prestemos atención.

 

Del poemario Territorios extraños

 

El relámpago


El relámpago nace y no tiene tiempo

de recordarse a sí mismo.

Rasga el rostro del cielo, y no llega a comprender

que es la única herida de la nada.

¡Quién pudiera escalar

su esquelética forma de raíz

para mirar por sus rendijas

el escondite de Dios!

 

 

Del poemario Catequesis del íncubo

 

I

 

El universo resuena como llovizna

sobre el agua,

imperceptible como el susurro de un árbol al crecer.

Estamos encerrados en una dimensión oscura;

la noche es la sombra de una pared lejana;

Dios vive del otro lado.

No te has preguntado ¿a quién le ladran 

los perros?

¿Qué ven que tú no puedes descubrir con tu linterna?

Es al sonido de la eternidad,

al espacio que tú sólo conoces en sueños

y crees irreal.

Es a él mismo a quien el perro le ladra,

al ladrido que rebota al colisionar con la noche

y regresa irreconocible.

Es a ti a quien le ladran los perros,

a tu presencia que por tus pensamientos se desborda

llenando la Tierra de murmullos.

Del poemario Catequesis del íncubo

 

IV

 

Dios, ojalá que no mueras, que seas Tú

el significado de Eternidad, de esa palabra

sin sentido con la que se ocultan los cielos

y los ángeles aparecen por lo menos en nuestras historias.

Que eso, en que creía mamá, sea realmente cierto

y me dejes verla aunque sea lavando Tus platos.

Que hacia algún lado se haya ido el abuelo

que tanto me quiso.

Que sea verdad la vida, la plenitud de rosas

de la mirada, el mar que tarde o temprano nos encuentra.

Que sea la muerte ese sitio ignoto del océano

donde desaparecen los aviones, o la pared triste

que nos separa del tiempo.

No desmayes ahora en que rezamos,

no te desvanezcas, Dios, sigue siendo

aunque te vuelvas transparente

y no des con tus manos, no nos dejes sin la esperanza

de lo Eterno.

 

        II.     Un cuentista que muestra las cosas en vez de decirlas

La segunda vertiente creadora de JA es el cuento. Numerosos cuentos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y portugués. Como ya se sabe, JA es poeta, cuentista y novelista, sin embargo, no se percibe en sus escritos una tensión entre géneros literarios. Es posible que el cuentista o el novelista tienda a matar al poeta. Pero este último es, paradójicamente, quien salva a ambos. El escritor tiene una conciencia clara de cuando está en ‘modo poeta’, en ‘modo cuentista’ o en ‘modo novelista’, aunque también es cierto que el poeta esparce esporas de metáforas tanto en el cuento como en la novela con sutil belleza y armonía. El escritor sabe que los géneros literarios que controla son distintos entre sí, y distintas la técnicas y recursos lingüísticos, aunque el instrumento, la palabra, sea el mismo. El punto de partida para escribir un cuento es muy diferente, según lo dicho arriba, a escribir un poema. En este tenor dice el poeta respecto de la cuentística:


Para escribir un cuento, por ejemplo, solo tengo que sentarme ante la computadora, no así para escribir un poema. […]. He escrito cuentos de una imagen: una fotografía que aparece de repente en mi cabeza y no se aparta de mí. Otros, de ideas que se van armando en mi mente y que al final las tengo que sacar para que me dejen en paz.[ii]


Deseo resaltar en este segmento la particular teoría sobre el cuento, y de la narrativa en general, que tiene JA, inspirada en Henry James. La teoría en cuestión, es equiparable a la teoría del cuento de Julio Cortázar, Horacio Quiroga o Juan Bosch. Solamente enuncio dicha teoría para despertar el interés en los estudiosos e instarles a trabajar futuras tesis doctorales o de grado, pues creo que lo amerita. Un buen tema sería: “Estudio comparado de la teoría del cuento de Cortázar, Quiroga, Bosch y Acosta”.

El postulado central de la teoría del cuento de JA se puede resumir así: Muéstrale las cosas al lector, no se las digas. En este tenor, es oportuno señalar a Dostoievski a quien se le atribuye la frase: “No me digas que están tocando las campanillas, que las pueda oír”. Algo parecido dice el narrador dominicano Máximo Vega: “No me digas que hay un tipo bebiendo en la cantina, ponlo a beber”. Según esta tesis, hay que lograr que el lector vea las cosas, las toque, las olfatee y las escuche. Digamos que se trata de crear una atmósfera fictiva envolvente cargada de sensaciones que el lector puede captar con sus cinco sentidos. En el cuento Muchacha negra en un banco del parque, un cuento de antología, se puede observar una escena en la que el lector puede ver al personaje con exactitud.


Un día, recordando la frase que ella me había dicho en el velatorio de mi padre: «Al menos tú te paras en la puerta», abandoné mi eterno puesto en la caja registradora, fui a la puerta de la bodega y miré hacia el parque. Ella no estaba. Crucé la calle, me senté a la sombra del sicomoro y traté de ver desde allí lo que ella veía. Ante mí se alzaron el viejo letrero de colores desvaídos: “Nelson’s Grocery”, los grandes carteles con anuncios de baratillos y la ancha puerta. En la entrada, me vi a mí mismo parado, mirando hacia donde me hallaba en aquel momento, e imaginé que aquel joven se compadecía de mí. «Pobre bodeguero Nelson».


Tengo la sospecha de que la teoría del cuento de JA es aplicable también a la novela. El siguiente fragmento de Un kilómetro de mar, es una pieza modélica. La felicidad, dice Don Chicho, uno de los personajes emblemáticos de la obra, se oculta ante nuestros ojos como el fuego en un palito de fósforo. Obsérvese la maestría con la que el narrador se construye el siguiente fragmento. 


Sacó una cerilla de la caja que llevaba en el bolsillo de la camisa, y la levantó hacia los presentes como un cáliz. Uno se detiene en esta cabecita escarlata –agregó, ensimismado– y piensa: ahí está el fuego, agazapado como un felino, esperando el momento justo para saltar hacia la existencia, para consumarse y consumirse; en esos elementos, una mezcla, para que aprendan, muchachos, de trisulfuro de antimonio y un oxidante (normalmente dicromato potásico) aglutinados con cola, en ese matrimonio químico, se esconde el fuego en todo su esplendor. Guardó silencio por un instante, contemplando la cerilla con la fascinación del niño que mira por primera vez el esqueleto monumental de un dinosaurio. La rayó, la barrita de madera emitió un leve chirrido, y su rostro resplandeció como un santo de yeso en una cripta, al que se le acerca una antorcha.[iii]


     III.     La novelística  

El escritor JA, como toca varios registros literarios, conoce a la perfección la técnica narrativa con la que parece sentirse más desahogado y libre para expresar su cosmovisión. No en vano afirma:


La novela es el género que más disfruto escribir, porque me saca de la realidad y me entra en su mundo, un mundo hecho solo de palabras, que se va armando poco a poco hasta ser un todo.[iv] 


Hay en las novelas de JA una incuestionable riqueza del lenguaje y una manera poética de describir escenarios, hechos y acontecimientos que a mí se me antojan tan bellos que podría asegurar que se debe, eso ya lo dirá el autor si no, a la influencia de G. Flaubert. Diré algunas palabras de sus novelas más celebradas.


La multitud (2011). En esta novela, el autor logra lo que solamente he conseguido experimentar en las novelas de Miguel de Unamuno: inquietar, sacudir la conciencia del lector. Hay en esta obra un intento de revuelta de la razón, esto es, un intento de pensar el mundo de forma diferente, aguda e intuitiva. El protagonista Hugo Santana trata de conocer la fuente originaria de la sabiduría, o sea, el punto de partida del conocimiento humano.[v] Nótese la preocupación filosófica del autor. Los personajes de La multitud dan cuenta de las angustias existenciales, de la realidad, del pasado y del futuro, del yo, de la eternidad. De todas esas inquietudes universales, la del miedo a sí mismo es la más temible. Miedo al yo, a la verdad que subyace en el interior.


La tormenta está afuera (2014).[vi]  Esta novela trata de la identidad dominicana. Esta obra ha tenido resonancia en el ámbito intelectual dominicano y allende los mares. Recordemos que esta novela fue finalista del prestigioso Premio Planeta de España. José Alcántara, ensayista y crítico literario de incuestionable reputación, dice del autor y de la obra: «En el caso de José Acosta, estamos en presencia de un escritor muy bien formado, con un indiscutible dominio del castellano, quien lo emplea con una soltura y una claridad admirables, mediante una prosa que va desplegando con aplomo y seguridad en cada página».[vii] El escritor y periodista Luis Beiro dice de La tormenta está afuera: «Esta es una obra que respira dominicanidad por los cuatro costados, por la manera de enfrentar los cambios conductuales ante realidades distintas, ya bien propias o impuestas.»[viii]


Un kilómetro de mar (2015). Esta una novela, Premio Casa de América, es corta, pero muy comentada por la crítica.[ix]Según Osiris Vallejo los logros más importantes de esta obra son “la presentación de unos personajes que tienen vida propia y el retrato de una sociedad que a la vuelta de cada esquina parece combatir la individualidad”.[x] En el mismo orden, el escritor mexicano Roberto Arizmendi dice del autor: “Sus textos con frecuencia parecen una fotografía múltiple que en sus diversos momentos deja impresa la imagen transmutada de los personajes y las escenas, en una superposición de planos que se convierten en un culto al ser humano. Al hablar de los dos jóvenes protagonistas de Un kilómetro de mar, el autor declaró en una entrevista realizada por Johari Gautier: “Mi mayor intención fue llevarlos a un viaje donde descubrieran que el mundo, con su carga de cosas buenas y malas, es más grande de lo que ellos pudieran imaginar. Que cuando algo nos cierra el paso en la vida, hay que mirar más lejos y echarse a andar hacia lugares más propicios”.[xi]


 La mano que oculta del sol (2018). En esta novela el discurso narrativo fluye con naturalidad, hondura de pensamiento, enriquecido de recursos poéticos y metafóricos. Esto último es lo que le da realce a la narrativa de largo aliento, y el poeta y novelista lo sabe a la perfección y no escatima sus dotes de bardo para introducir frases y metáforas de incuestionable belleza. La escritora puertorriqueña Maya Rivera sostiene: «La mano que oculta el sol exhibe una prosa exquisitamente poética, a veces con cierto matiz filosófico. Mantiene al lector en un estado perpetuo de expectativa, que es indudablemente el ideal de todo narrador. En casi todos los capítulos es posible percibir la existencia de una realidad que está más allá de lo que se cuenta en la superficie”».[xii]

Un rasgo distintivo de la narrativa de JA es su preocupación por el drama humano en general, sobre todo, por el drama de los inmigrantes dominicanos en los Estados Unidos, inquietud esta extensible a otros ámbitos de la diáspora dominicana en Europa, entre otras partes del mundo. Dicho drama se ve salpicado por otras tragedias vicarias, silenciosas, reveladas por los protagonistas de sus novelas. 

 En sustancia, tanto el cuento como la novela, surgidos de la imaginación e inventiva de JA, destacan por el dominio preciso e innovador del castellano, el uso de recursos de otros géneros como las epístolas, el periodismo y la poesía. También el narrador profundiza –a veces con un tono filosófico– en la psicología, en la vida, en la biografía e historia, de los personajes y los muestra tal como son en la realidad de la ficción.

Termino diciendo que JA, poeta y narrador hispanoamericano, hace más bello el mundo con su poesía, más real lo imaginario y más imaginario lo real. Su obra conjunta perdurará como el rumor del mar en el interior de las caracolas.

 FaustoLH


[i] Emilia Pereyra, «José Acosta: “Hipólito Mejía es un excelente personaje de novela”», Diario Libre, 25 de junio de 2020, https://www.diariolibre.com/revista/cultura/jose-acosta-hipolito-mejia-es-un-excelente-personaje-de-novela-PG19686669.

[ii] Pereyra.

[iii] José Acosta, Un kilómetro de mar, 2.a ed. (Charleston, Carolina del Sur, Estados Unidos: Techo de Papel, 2015). p. 81. cf. p. 26 Es impresionante los efectos que se derivan de una risotada. Observemos en el siguiente pasaje los contrastes y matices entre los pájaros, las avispas, la mano hecha convertida en una pistola y la voz estruendosa. «Edy Polanco estalló en carcajadas, tan disonantes y bulliciosas, que de la cabellera de una palmera cercana huyó una bandada de ciguas, con el revuelo con que las avispas se alejan del panal apedreado. Sacó el pulgar de detrás del tirante de la mochila, convirtió la mano derecha en una pistola y empezó a disparar y brincar como un potro salvaje. Bajo los pies saltaban los guijarros; el cielo claro recibía su voz como recibiría truenos».

[iv] Pereyra, «José Acosta».

[v] Manuel Salvador Gautier, «En La multitud está el conocimiento: sobre la novela de José Acosta», Cuadrivium. Universidad de Puerto Rico 13 (2011), https://issuu.com/uprhumacao/docs/cuadrivium/s/11325573.

[vi] José Acosta, La tormenta está afuera, 1.a ed., vol. 222, Colección del Banco Central de la República Dominicana 76 (Santo Domingo. República Dominicana: Publicaciones del Banco Central de la República Dominicana, 2016).

[vii] José Alcántara Almánzar, «La tormenta está fuera, de José Acosta», 19 de abril de 2016, http://acostajose.blogspot.com/2016/04/la-tormenta-esta-fuera-de-jose-acosta.html.

[viii] Luis Beiro, «Literatura - La tormenta está afuera, de José Acosta | Listín Diario», Listín Diario, 10 de junio de 2016, sec. Literatura, https://listindiario.com/ventana/2016/06/11/422643/la-tormenta-esta-afuera-de-jose-acosta.

[ix] Acosta, Un kilómetro de mar. Luis Aníbal Medrano Silverio, «“Un kilómetro de mar”, nueva novela del laureado escritor dominicano José Acosta», Elgloboindependiente, 17 de agosto de 2014, sec. Cultural, https://www.elgloboindependiente.com/2014/08/un-kilometro-de-mar-nueva-novela-del.html.

[x] Osiris Vallejo, «Un Kilómetro de Mar», Artepoetica.Com (blog), 2016, https://www.artepoetica.com/book/un-kilometro-de-mar/.

[xi] Johari Gautier Carmona, «“En Casa de Mi Abuela, Mis Tíos Siempre Narraban Historias de Aparecidos”: José Acosta», PanoramaCultural.com.co, 2 de febrero de 2016, https://panoramacultural.com.co/literatura/3984/en-casa-de-mi-abuela-mis-tios-siempre-narraban-historias-de-aparecidos-jose-acosta.

[xii] Citado por Merit Designs 2022 Villar Web developer: Andrés J., «José Acosta exhibe obra “La mano que oculta el sol” en Feria del Libro de Madrid», Extra Digital (blog), accedido 20 de agosto de 2022, https://extradigital.com.do/espectaculos/jose-acosta-exhibe-obra-la-mano-que-oculta-el-sol-en-feria-del-libro-de-madrid/.

Un bocado

RASGOS QUE DISTINGUEN LA VOZ POÉTICA DE MARIA DE LUZ ORTEGA

  RASGOS QUE DISTINGUEN LA VOZ POÉTICA DE MARIA DE LUZ ORTEGA  Por Fausto Antonio Leonardo Henríquez, PhD Poesía y naturaleza. La primera ca...

Esto me suena