Realmente, Luis Quezada dijo todo lo que hay que conocer, todo lo que hay que saber para entender esta obra poética del padre Fausto Leonardo Henríquez. Por esa razón, yo no voy a hablar de esta obra poética en particular: voy a hablar un poco del padre Fausto Leonardo Henríquez.
Hay un aspecto que subrayó Luis Quezada, de Fausto Leonardo, y es su vocación de modernidad. Cuando terminaba el siglo xx yo todavía no me había incorporado a la modernidad en cuanto al uso de la computadora. Todavía en noviembre de 1999 seguía escribiendo en la vieja maquinilla. Pero tomé la decisión de que no llegara el nuevo siglo sin yo adentrarme en el uso de la computadora. ¿Saben ustedes quién me dio la primera orientación para entender el manejo de la computadora? El padre Fausto Leonardo, que se apareció un día en mi casa y me vio titubeando con la debilidad del ignorante. Y él me dio las primeras instrucciones y desde entonces, por supuesto, he estado al día en asuntos electrónicos, por suerte. ¿Qué quiero subrayar con esto? Quiero subrayar, en primer lugar, la bondad del padre Fausto Leonardo, una bondad de amor, una bondad amorosa. Realmente, una de las virtudes esenciales de un sacerdote es su vocación de amor, su sentimiento de piedad hacia todo lo viviente, y de un modo especial hacia la persona. Y él, que es un genuino sacerdote, tiene ese sentimiento, vive la espiritualidad, una espiritualidad que él la identifica con la humanidad, y, desde luego, con todo lo que hace en su labor sacerdotal.
Él tiene dos grandes apelaciones en su vida: la apelación literaria y la apelación religiosa. Para plasmar la apelación literaria acudió a la poesía y ha escrito varios libros de creación poética, libros esencialmente luminosos, libros esencialmente edificantes y libros esencialmente ejemplares en términos literarios y espirituales. De tal manera, que el ganó un premio internacional, el Premio de Poesía Mística en España, en el año 2009: primer dominicano, oigan bien, primer escritor, y hasta la fecha único escritor dominicano, que ha obtenido el máximo galardón de un concurso que en Madrid organiza la Fundación Fernando Rielo, un concurso internacional de poesía mística (cuando digo internacional quiero decir que participan poeta de todo el mundo hispánico). Y obtuvo el privilegio, Leonardo, de ese premio justamente en virtud de su calidad poética, en virtud del aliento espiritual y místico que canaliza en su creación porque se trata de algo vivencial. Él es un poeta místico. Y si es poeta místico es porque ha tendido experiencia mística y porque vive espiritualmente el sentido de la mística, lo cual, naturalmente, lo enaltece a él y enaltece a su congregación religiosa, enaltece la creación poética, que él con tanta consagración, con tanta dedicación y con tanto talento ha sabido forjar (incluida su experiencia inicial en este pueblo de La Vega, donde nació, creció y se desarrolló). Uno de esos libros poéticos está inspirado en su estancia en el campo, cercano de esta ciudad, donde él nació y creció. ¿Cómo se llama ese campo? Pozo Colorado. Oigan, escribir un hermoso poema a la luz de la vivencia de la infancia supone un grandioso talento poético de alguien que vino al mundo dotado con el don de la creación.
Entonces, esas dos apelaciones que dije hace un rato, la apelación literaria y la apelación sacerdotal, él supo canalizarlas a través de dos grandes pasiones: la pasión por la literatura y la pasión por la mística, dos manifestaciones fundamentales para el espíritu humano porque mediante la creación poética, haciendo uso de la palabra con un sentido creador, da testimonio de sus intuiciones y vivencias, da testimonio de las inspiraciones que le llegan, da testimonio de las revelaciones de lo Alto. Porque él, como sacerdote, está vinculado entrañablemente a la Divinidad, y eso se manifiesta en toda su creación poética. Hay un hilo conductor que nace del hondón de su sensibilidad y que lo conecta con la palabra, lo conecta con la sabiduría, lo conecta con esos dones hermosos con que vino a la vida.
Sobre todo, la gran virtud del padre Fausto Leonardo es justamente haber recibido, creo que directamente de lo Alto, ese don para compenetrarse espiritualmente con lo viviente. Y esa manera de compenetrarse espiritualmente con lo viviente es que lo ha llevado a asumir la creación de una poesía mística, que es una poesía enraizada en lo espiritual, en la esencia profunda de lo espiritual. Y la esencia de lo espiritual tiene dos grandes manifestaciones en las personas iluminadas, como el caso del padre Fausto Leonardo. En primer lugar, hay una sabiduría espiritual que nos llega a través del Numen cósmico, en cuya virtud podemos asimilar, a través del inconsciente colectivo, verdades y conocimientos de una Sabiduría espiritual que le da hondura y trascendencia a la condición humana. Pero hay una segunda vertiente mucho más importante todavía, que es la Sabiduría sagrada: la Sabiduría sagrada la percibe un sector muy reducido de la humanidad entre los cuales están los iluminados, los contemplativos, los santos, los profetas y los místicos. Y mediante esa Sabiduría sagrada, que se logra solamente cuando hay un contacto directo con el Nous, como le llamaba san Pablo, con el Nous de lo Alto —que es una expresión griega—, cuyo través recibe esa Sabiduría sagrada que canalizan los místicos, sobre todo los poetas místicos, mediante la palabra cuando se conectan espiritualmente con la esencia de la Divinidad. Y el padre Fausto Leonardo, para gloria de La Vega, para orgullo de los dominicanos y para satisfacción de cuantos amamos la palabra, tiene esa condición espiritual entrañable y profunda, no solo con la Sabiduría espiritual, sino también con la Sabiduría sagrada, que es la sabiduría propia de los místicos.
Entonces, si ustedes nunca han conocido un místico, fíjense bien en el padre Fausto Leonardo, un místico de nuestro pueblo, un creador místico de nuestro país, que enaltece el Movimiento Interiorista, que enaltece las letras dominicanas, y, por supuesto, comienza enalteciendo a este grandioso pueblo de La Vega, que lo vio nacer y que inspiró en él todo lo hermoso que hay en su sensibilidad y en su conciencia, porque se trata de un escritor, de un intelectual, de un sacerdote, un genuino sacerdote entregado a la causa divina, consagrado a la misión espiritual y, al mismo tiempo, alguien que ha sabido recibir la palabra, potenciar el sentido trascendente de la palabra y enaltecerla con su voz, con su talento y con su espiritualidad. Muchísimas gracias, padre Fausto, por todo el bien que usted hace a través de la palabra.
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