27 febrero 2024

“HORA CERO”, POEMA DE PEDRO VERGÉS ELEGÍA DE UNA DOLENCIA EXISTENCIAL

 “HORA CERO”, POEMA DE PEDRO VERGÉS

ELEGÍA DE UNA DOLENCIA EXISTENCIAL

 

Por Fausto A. Leonardo Henríquez, PhD

 

 

Pedro Vergés, narrador y poeta, nació en Santo Domingo el 8 de mayo 1945. Doctor en Filología Románica. Ha publicado en poesía: Primeras palabras (1966), Juegos reunidos (1971), La escasa merienda de los tigres(recopilación de inéditos de Miguel Labordeta, 1975), Durante los inviernos (1977), y la novela Sólo cenizas hallarás (Bolero), (1980) y Yo ya estaré lejos (2023).

 

Alberto Baeza Flores destaca que Pedro Vergés es dueño de una formación completa y profunda, abarcadora y valiosa.[1] Por otra parte, Pedro Conde recoge las palabras que a propósito del accésit del prestigioso Premio Adonais de 1976, se dijo del autor: “Es indudable la capacidad poética de Pedro Vergés para infundirle vida a sus rememoraciones, a sus imaginaciones, con un lenguaje enormemente plástico donde alternan la ironía, el realismo y el deslumbramiento. Sus características encajan, por tanto, dentro de una manera muy actual que incluye algunas raíces exóticas, semejantes a las del modernismo de otra hora”».[2] Querría señalar, como dato significativo, que Antonio Fernández Spencer, otro dominicano de la diáspora de los años 50, fue galardonado con el Premio Adonais en 1952 con su poemario Bajo la luz del día[3] y laureado con el Premio Leopoldo Panero en 1969 ambos premios de gran prestigio en España. Sería interesantísimo estudiar la vida, las obras y las influencias de los poetas Spencer y Vergés. 

Por otro lado, Miguel Ángel Fornerín, profesor de la Universidad de Puerto Rico, en el prólogo al libro de Pedro Granados, Breve teatro para leer poesía dominicana reciente,[4] al referirse a los poetas de la década de 1970, entre los que menciona a Tony Raful y Pedro Vergés, en alusión el poemario Durante los inviernos 1977, dice de ellos que son poetas solitarios. Esto es, poetas que se sitúan de una manera singular y única en el “poema total y los nuevos mitos” como una forma de alejarse, con toda probabilidad, de la estética social y neorromántica.

 En ese tenor, Pedro Conde considera que la poesía de Pedro Vergés hay que ubicarla no tanto en el experimentalismo o el vanguardismo como en la modernidad, por la utilización de recursos y procedimientos novedosos. Amén de la ironía y el realismo, aludidos anteriormente, Vergés expresa una serie de rasgos eminentemente modernos, a saber: la inquietud, la inconformidad, el desarraigo, la búsqueda, la duda, y los desvelos por el lenguaje. Según, Conde, la poesía de Pedro Vergés, escrita en la diáspora, está ribeteada por los recuerdos y la nostalgia del terruño natal. 

En una publicación hecha en Eme eme, estudios dominicanos se dice de Vergés que la infancia, adolescencia y juventud del poeta en la República Dominicana constituirán el caldo de cultivo para su gran torrente de símbolos, imágenes y significaciones líricas. En efecto, la poesía de Vergés se caracteriza por su "adecuado tono lírico".[5] Veamos algunos versos espigados: «Allá me espera el agua, la luna que perdí / la rosa de tu pecho». «Allá me espera el cansado silencio y el ultrajado / péndulo del mar». «La luz que tanto amé, mis frágiles naufragios escolares / mi azul, mi azul del aire».[6]«Y con lunas silvestres encendidas por labios / heridos por palmeras» (Durante los inviernos). «Momento en que la luna/ emerge como un cuerpo de reloj sin frontera» (Tumba abierta para baile).[7]

 Después esta breve panorámica del autor y de su obra poética, para ceñirme a un texto concreto, pondré la atención en el poema “Hora cero”, porque, a mi juicio, es un poema representativo y antologable.


HORA CERO

La lectura de “Hora cero”, trae a mi pensamiento la idea de que estamos ante un texto en el cual resuena la lucha del yo poético contra la nada y el tiempo, la desolación y la amargura. La temporalidad envuelve al tú y lo doblega existencialmente, dejando el amargor de que el ser humano, ante la inexorabilidad del tiempo, sólo puede hacer silencio y retorcerse ante la consciencia de finitud y vaciedad de la vida.

1.     El tiempo una pócima amarga

De entrada, el poema intenta ser un diálogo con un tú indeterminado, pero que está presente como escuchante anónimo. “Como te iba diciendo” introduce coloquialmente al lector dentro del texto y lo convierte en sujeto pasivo del hablante, que no es otro que el poeta. La expresión “hay domingos” y “como te iba diciendo” nos remiten a una noción de tiempo que, para el poeta, se convierte en una sustancia que necesariamente tiene que ingerir, lentamente, como un castigo, contra su voluntad. Ese tiempo es una bebida de silencios amargos. Lo más terrible quizás no sea tener que habitar en el tiempo, sino tener que sufrir sus azotes sin alguien a quien tratar de tú o, peor aún, sin siquiera contar un uno mismo porque se ha diluido en una suerte de mundo de sombras como acontece, por ejemplo, en Pedro Páramo.


Hay domingos, como te iba diciendo,
en que uno bebe hondos silencios, amargos
como vino de sangre, domingos inconclusos y tediosos
en que el mar palidece y una sombra se ciñe a nuestra sombra
y el aroma de un cactus penetra la indomable
parsimonia del tiempo, y tú no estás,
y nadie, ni siquiera yo mismo, se encuentra en los contornos.

 

2.      Sentimiento de pérdida

“Hora cero” canta el sufrimiento del yo poético. El corazón abrumado por la tristeza y la desolación se parece a las “cerillas retorcidas por su propio fuego”. ¡Qué imagen más hermosa! “Hora cero” responde al punto mismo en que el poeta sitúa la pérdida total no sólo del tú amado, sino incluso de todo lo que le rodea y posee. El instante en que te das cuenta de que estás entre lo que fuiste y lo que eres como palanca en neutro de un carro mecánico. “Hora cero” es la consciencia de estar aquí, en un punto tal que, atormentado por la verdad de una existencia desolada y que no va a ninguna parte, pone a prueba la capacidad del ser humano ante el dolor y la adversidad.


Hay domingos en los que los objetos, estas cerillas retorcidas
por su propio fuego,
como mi corazón,
estos floreros, estas flores que mueren,
como mi corazón, claman, piden, asedian,
se interponen en todo, me hacen sentir
que todo lo he perdido.

 

3.     El tiempo como vaciedad y pérdida de sentido

Se le atribuye a Viktor Frankel, célebre psiquiatra vienés, haber acuñado la expresión “neurosis dominical” para referirse al síndrome de depresión dominical. Dicho estado tiene que ver con una suerte de vacío existencial, que padecen algunas personas debido a la escasa actividad los domingos. La melancolía dominical no es exactamente un problema psicológico, sino un estado del alma más profundo, a saber, es una dolencia existencial, espiritual, del ser, que Frankel llama “neurosis noógena”. A mi juicio, el yo poético pasa por esta última, pues no encuentra asidero los domingos, le faltan razones para la alegría. Los domingos le resultan soberanamente largos y aburridos, sin nada que le llenen de sentido y ganas vivir.


Hay domingos así.
Hay domingos de largas avenidas.
Hay domingos sin tregua, sin un solo coral, sin una sola ola,
Sin esa diminuta piedrecita de ámbar
que uno quisiera a veces encontrar en la vida.

 

4.     Entre el tedio y la amargura. 

La ausencia, posiblemente de un ser amado, y la imposibilidad de tenerlo cerca aumenta el sufrimiento, causando una profunda desazón existencial. Nada parece llenar y dar color al telar que es en sí el alma o el yo poético. Ante esta situación, el poeta describe en “Hora cero” un estado inundado de pesimismo y monotonía, cuyo tono es, sencillamente gris, un gris frío y sin destellos.


Hay domingos como éste, en los que tú no estás ni yo respiro,
domingos coleópteros, afiebrados,
como largos discursos,
domingos con sus telas, domingos con sus lienzos,
domingos con sus listas de todos los domingos,
con sus pequeños ruidos, su teléfono,
domingos que te allanan y te violan,
acotadas marismas donde un alud de nada
y de piedras sin nombre
imitan la espesura, tienden trampas amargas,
cabinas que cobijan la luz lunar y el tedio.

 

5.     “Hora cero”, perífrasis de un topónimo.

La última estrofa de “Hora cero” es una metralla sonora. Con sutil ironía el poeta descarga su desencanto en los domingos. El salto literario, poético, viene cuando se traspone el domingo a la ciudad Santo Domingo, a la Republica Dominicana. Un domingo en Santo Domingo es una metáfora baudelairiana (poeta maldito) e incluso sartreana (autor de La Nausea) que expresa, a mi juicio, no sólo la aridez del yo poético, sino la triste realidad social dominicana. Si se admite esta lectura, cabe decir entonces que, desolado el poeta y desolado el país, sólo queda la náusea, el asco, la maldición. La realidad que experimenta el yo poético es monótona, tediosa, cansina como un domingo en Santo Domingo, como un telar extendido por la geografía dominicana. Un domingo que anuncia la repetición de lo mismo al día siguiente, como en un eterno retorno del cansancio nauseabundo de la insularidad aburrida y sin horizontes.

 

Hay domingos inciertos, domingos como hechos
para el hombre que soy en esta hora.
Hay un Santo Domingo y un maldito domingo,
un maldito domingo aquí en Santo Domingo,
un domingo que es todos los domingos,
un asqueroso y nauseabundo día domingo
que se prolonga indefinidamente.
Un domingo que contempla su lunes, su semana irrestricta,
como si se mirara en un espejo.

  

La palabra poética de Pedro Vergés emerge con fluidez y dominio.  Como el agua que cae en un recipiente y toma su forma, así el poeta mimetiza su mundo a través de metáforas cautivadoras. Su tono lírico está acorde con el canon de la gran poesía. Con un lenguaje bien cuidado, como no puede ser menos tratándose de un filólogo, el poeta transmuta los impulsos interiores en la obra, que es el poema. Sus preocupaciones más hondas, existenciales, se visibilizan en elementos de la vida cotidiana como las “cerillas retorcidas por su propio fuego”. Pedro Vergés, finalmente, arriesga en su creación poética sin perder el tono, el equilibro. Su poesía no es mucha, la verdad, pero lo que se conoce de su obra se enmarca en la mejor poesía por lo que, sin temor a equivocarme, tiene reservado un sitial en el parnaso dominicano.

 En otro orden, este comentario acerca de la obra y figura de Pedro Vergés sería incompleto si no hacemos, aunque sea brevemente, alusión a sus novelas: Sólo cenizas hallarás (bolero) Yo ya estaré lejos.

1.     Sólo cenizas hallarás (boleto)

Sólo cenizas hallarás (bolero) fue publicada en España en 1981. Esta obra le mereció a Pedro Vergés el prestigioso Premio de la Crítica de narrativa y el XV Premio Internacional Blasco Ibáñez de novela. Como dato curioso, el título de la novela parafrasea un bolero que cantaba “Toña la negra”.[8] En un artículo publicado en el diario español El País en 1981, Bel Carrasco[9] recoge el testimonio de nuestro autor con estas palabras valiosas declaraciones:

En mi novela intento reflejar el gran desencanto que se produjo en mi país a raíz de la muerte del dictador y los acontecimientos que siguieron», explica Pedro Vergés. «Para ello, me centro en tres planos: la interpretación psicológica de los personajes, la elaboración del lenguaje que emplean de acuerdo con su clase y realidad social y el análisis de la ideología que subyace en ellos y configura su visión del mundo». La misma estructura básica de la novela, concebida según un doble planteamiento, una serie de capítulos saltan y se entrecruzan, mientras otros mantienen una linealidad, «responde a ese intento de expresar el caos en que viven sumergidos los personajes y, al mismo tiempo, la necesidad que tienen de salir de él.

Por otra parte, Argénida Romero, periodista venezolana, considera que las variadas historias que rodean a los diferentes personajes de Sólo cenizas hallarás, «muestran o buscan mostrar ese escenario poco abordado a mi parecer en la literatura dominicana, el período entre el fin de la tiranía de Rafael Trujillo y las esperanzas de cambio postdictadura. Y desde mi punto de vista, [enfatiza Romero], la novela lo logra, y lo hace hasta para alguien que no vivió esa época. Es sentirse envuelto en la inquietud del desencanto de Freddy y su escape de la isla como única salida».[10]

2.     Yo ya estaré lejos (2023)

Esta segunda novela aparece cuatro décadas después de Sólo cenizas hallarás, galardonada con el Premio Feria del Libro Eduardo León Jimenes, 2023. José Rafael Sosa en el diario digital Acento resalta de su autor: «Esa cotidianidad, creada a partir de los hechos, dotada de condición de personaje de naturaleza propia y definida, es una de las grandes proezas del narrador».[11]

El destacado crítico y ensayista José Alcántara en su comentario a la novela Yo ya estaré lejos dice: 

«A mi juicio, parte de lo más valioso es la reconstrucción de la memoria histórica, la incisiva mirada crítica del novelista, su ingente esfuerzo de creación narrativa para dar vida a la resistencia silente de unos, la rebeldía de otros, la complicidad de algunos convencidos de la grandeza del tirano, y la genuflexión de los oportunistas y los aduladores.»[12]

En una fabulosa entrevista de Joan Prats realizada a Pedro Vergés con motivo de la publicación de Yo ya estaré lejos,[13]dice el novelista de la obra: «Desde el punto de vista de la literatura, es una especie de zambullida en una época, intentando reflejarla de una manera adecuada, artística y, al mismo tiempo, sin ocultar absolutamente nada de lo que ocurría, pero siempre con una comprensión del fenómeno global».[14]

Finalmente, al referirnos al escritor Pedro Vergés se puede hablar de él como poeta, narrador, cuentista (cuentos por publicar) y ensayista. Tal vez a causa de sus múltiples funciones como profesional, su producción literaria, al menos en sus publicaciones, no ha sido abundante, pero sí la justa para ocupar un lugar eminente en las letras.

 



[1] Alberto Baeza Flores, Los poetas dominicanos de 1965. Una generación importante y distinta (Santo Domingo: Biblioteca Nacional, 1985). 345.

[2] Pedro Conde, «Memoria del viento frío», Cielonaranja, 2001, http://www.cielonaranja.com/pc08.htm.

[3] Ricardo Llopesa, escritor nigaragüense radicado en Valencia, ya desaparecido, me reveló este dato, desconocido para mí, a finales de la década de 1990.

[4] Miguel Ángel Fornerín, «La poesía dominicana en el tiempo», en Breve teatro para leer poesía dominicana reciente, Andar de ciegos (Texas: MediaIsla, 2013), 22. Miguel Ángel Fornerín, El canon horizontal, 1.a ed., Glosas Golosas 1 (Santo Domingo: Santuario, 2018). 84.

[5] Universidad Católica Madre y Maestra, «Pedro Vergés, Durante los inviernos», Eme eme; estudios dominicanos 12 (1983): 21, 29.

[6] Conde, «Memoria del viento frío».

[7] Baeza Flores, Los poetas dominicanos de 1965. Una generación importante y distinta. 429.

[8] Jaime Millas, «Pedro Verges, premio Blasco Ibáñez de novela», El País, 14 de febrero de 1980, https://elpais.com/diario/1980/02/14/cultura/319330804_850215.html.

[9] Bel Carrasco, «Pedro Vergés, premio de la Crítica: “Mi novela refleja el desencanto que siguió al trujillismo”», El País, 10 de abril de 1981, https://elpais.com/diario/1981/04/10/cultura/355701609_850215.html.

[10] Publicado por Argénida Romero, «Sólo cenizas hallarás», accedido 12 de febrero de 2024, http://eldiariodelarosa.blogspot.com/2016/12/solo-cenizas-hallaras.html.

[11] José Rafael Sosa, «Pedro Vergés y “Yo ya estaré lejos”», Acento, 21 de mayo de 2023, https://acento.com.do/cultura/pedro-verges-y-yo-ya-estare-lejos-9200962.html.

[12] Comentario del escritor José Alcántara Almánzar con motivo de la publicación selecta del Banco Central de la República Dominicana. 

[13] “Yo ya estaré lejos” es el verso de un bolero, “Bésame mucho”. Su primera novela, Sólo cenizas hallarás es también el verso de otro bolero canta

[14] Joan Prats, «Pedro Vergés: “Este es un trabajo de muchos años, paciencia y entrega”», Diario Libre, 16 de enero de 2023, https://www.diariolibre.com/revista/cultura/2023/01/16/yo-ya-estare-lejos-la-nueva-novela-de-pedro-verges/2196353.

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