12 marzo 2022

Elementos religiosos en el Cantar del Mio Cid


Introducción

 

Cuando pienso en poemas épicos viene a mi mente La Ilíada, La Odisea, La Eneida, Las Luisiadas de Luis de Caomões (1572), Cantar de Mio Cid (1207), La Divina Comedia (1307), La Araucana (1569) de Alonso de Arcilla, La Henriada (1723) de Voltaire. Podría, también, incluir en esa nómina el Fausto de Goethe que, aunque no es un poema heroico, sino dramático, es un poema de largo aliento con numerosos elementos de heroicidad.                

Por lo que respecta al Cantar del Mio Cid, que es el texto a reseñar en estos apuntes, hay que señalar que es una obra que emerge en un contexto de reforma de la Iglesia,[1] el auge de las cruzadas[2] y la reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes en la Península Ibérica. Una característica de la reconquista es, justamente, la dimensión religiosa. En dicha Península, la reconquista no era propiamente una cruzada contra los musulmanes, sino un esfuerzo español por recuperar sus tierras, que es por lo que lucha militarmente el Campeador. Para una lectura más especializada sobre la cuestión religiosa, es recomendable la tesis de Caroline Trinity Byfield quien, con acierto, analiza la influencia herética del arrianismo en el Cantar del Mio Cid.[3]

En el Cantar del Mio Cid aparecen reflejadas dos grandes religiones monoteístas: la musulmana y la cristiana. Cabe decir que dichas religiones se sitúan en planos diferentes. La primera, la musulmana, queda en un plano inferior; la segunda, la cristiana, ocupa un primer plano. Naturalmente, el contexto social, político y religioso de la España s. XI y XII, toda la Edad Media, está influenciado notoriamente por la religiosidad de inspiración cristiana. La figura del rey español debía ser, junto a sus mejores soldados, un gran defensor no solo del territorio peninsular, donde todavía había regiones y ciudades en manos musulmanas, sino también de la religión cristiana, que, desde los orígenes, era parte de la identidad española. Si se admite la consideración, en aquella época (Edad Media), ser español significaba estar de parte del rey y de la religión del rey, que era la cristiana. Lo contrario, se puede inferir, era estar de parte de una cultura y de una religión extraña o no aceptada, en general por el pueblo, la musulmana. En contraste, en nuestros días hay quien, desde ciertas facciones de la política de izquierdas, sabiendo que la Península Ibérica fue dominada durante ocho siglos, coquetea con la religión de sus antiguos adversarios y dominadores sin advertir las sutiles amenazas de reconquista de us antiguos dominadores.

Estadísticas 

El autor del Cantar del Mio Cid, menciona el nombr de Dios 103 veces; el de María, directa o indirectamente, 20 veces. San Pedro 14 veces; Cielo 14 veces y su equivalente lo “alto”, 6 veces; Señor, referido al nombre de Dios, aparece 8 veces. Todos los santos, 8 veces. Apóstol Santiago 5 veces.

Los datos estadísticos, como todos sabemos, solo sirven como indicativos de algo más profundo, revelan, a mi entender, una tendencia, o, si se prefiere, ciertos patrones que dan lugar a una formulación teórica o, incluso, para constatar una realidad subyacente. Pues bien, dichos datos retratan de alguna manera el espíritu de la época medieval. Esto es, de un período en el cual la sociedad pensaba y sentía en clave religiosa, sea esta cristiana o musulmana. Recuérdese que la impronta de ochocientos años de dominación de los musulmanes marcó profundamente el territorio español. En la actualidad, las continuas tensiones con Marruecos, avivan viejos temores entre muchos españoles que perciben el aumento de la población de inspiración musulmana como un verdadero peligro.

Rasgos teológicos y religiosos 

El Cantar del Mio Cid posee ciertos elementos netamente de carácter teologal y religioso, estos son, a saber: las invocaciones, devociones, sacramentos y las órdenes militares o «nueva milicia» (S. Bernardo). Digamos algo de cada una de ellas.

Invocaciones religiosas

En el poema Mío Cid se puede verificar la existencia de numerosas innovaciones a Dios, a Santa María y a los Santos.[4] Muchas de ellas empleadas para pedir la protección divina. Cuando una persona, sea ésta héroe o no, invoca a Dios y a los Santos, reconoce su debilidad, su dependencia divina y la necesidad de un auxilio que está más allá de las fuerzas humanas. Naturalmente, la fe en Dios y las oraciones de súplica al cielo no quita que el héroe y su ejército tengan que emplearse a fondo para vencer en las batallas. La religiosidad del Mio Cid es un vivo ejemplo de cómo están imbricadas la libertad humana y el Providencia divina.

Hay distintos tipos de invocaciones en el Cantar del Mio Cid:

a)     Para encomendarse a Dios antes de partir al destierro.


¡Gracias a ti, Señor, Padre que estás en lo alto!
¡Esto han tramado contra mí mis enemigos malvados! (I 8-9)

 

b)    Para infundir valor en sus hombres antes salir a una contienda:

¡En el nombre del Creador y del apóstol Santiago, heridlos, caballeros, con ganas y gran voluntad, pues yo soy Ruy Díaz, Tanta cuerda de tienda mio Cid el de Vivar! (II 1138-1140)

c)     Para agradecer a Dios y pedir la protección de Santa María.

 

A ti te lo agradezco, Dios, que cielo y tierra guías; 

protéjanme tus virtudes, gloriosa Santa María! (I 17-18).

d)    Para expresar confianza en la divina providencia:

¡A Dios le plazca y a Santa María 

que llegue con mis manos a casar a mis hijas (I 283-284)

e)     Para manifestar confianza en Dios e infundir esperanza en un futuro promisorio a sus hombres.

Yo se lo ruego a Dios, al Padre espiritual, 

que a los que por mí dejáis casas y heredades, 

antes de que yo muera, algún bien os pueda dar, 

lo que perdéis, doblado recuperar. (I 300-304)

 

Devociones

 

Un segundo rasgo del Cantar del Mio Cid es la piedad y la devoción popular como demuestra el culto a Dios, a Virgen María y a todos los santos. Un indicativo relevante de las devociones de la época lo constituye la dedicación de los monasterios e iglesias, además de obras civiles y pueblos, tales como Catedral de San Çalvador (2924), San Esteban de Gormaz (397, 2696), San Fagunt (Sahagún, 1311-1313, 2922), Monasterio de San Pedro de Cardeña (239, 1391- 1617, 1410, 2877), Monasterio de San Serván (3047), Catedral de Santa María de Burgos (215, 625-856) y de Valencia (1304, 1580, 1668, 2237), Puente de Santa María (150, 290), Santa María de Oriente (1462), Santiago (2925). Particular devoción se le tributa a San Pedro, a Santiago y a la Virgen María.

 Los sacramentos

En el Cantar del Mio Cid, los sacramentos ocupan un lugar fundamental. Los sacramentos expresan la recta fe, la fe celebrada vale decir, pero a la vez la centralidad de Jesucristo. La experiencia cristocéntrica de la época se vivía en la misa (missa), y en el sacramento del perdón de los pecados (soltura). El perdón significaba desatar, soltar de los pecados. La espiritualidad, también, se vivía en la Liturgia de las Horas. El Cid los practica antes de salir al destierro o en momentos de gran peligro como puede ser el inicio de una batalla o ante un posible triunfo como fue el juicio ante el Rey. Es innegable que los ritos sacramentales eran parte normal, natural, de la forma de ser y pensar de la sociedad medieval del siglo XI.

 

En plena madrugada todos armados estad, 
el obispo don Jerónimo la absolución nos dará, 
nos dirá la misa y empezad a cabalgar. (I 687-688)
 
En San Pedro a Maitines tañerá el buen abad,
nos dirá misa, la de la Santísima Trinidad (I 318-319)

El obispo don Jerónimo la misa les cantaba; 
la misa dicha, gran absolución les daba:
Al que aquí muera luchando de cara 
le perdono los pecados y Dios le acogerá el alma. (II 1703-1705)

Las nuevas milicias cruzadas

Se sabe que fueron el Papa Urbano II (1088) y San Bernardo (1990-1153) los que impulsaron las cruzadas y dieron origen a las órdenes militares. De las milicias cruzadas subrayamos que estaban compuestas en gran medida por monjes-soldados.[5]  Un ejemplo de la nueva milicia era la orden Templaria, compuesta por monjes-soldados. Dicha orden estaba dividida en tres categorías: legos, caballeros y clérigos. Vale decir que las cruzadas unían la espada y la cruz. En aquella época –hoy, en el siglo XXI nos parece una locura–, era de buenos cristianos embarcarse en las cruzadas.

A tenor de lo dicho, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es parte de una concepción religiosa que había permeado el estamento militar. El Campeador no podía ser sino un alto mando, noble, obediente al rey y cristiano por convicción, practicante de su religión.

Los monasterios: centros de cultura y trabajo

Uno de los momentos emblemáticos de la dimensión religiosa del poema Cantar del Mio Cid lo hallamos en el poema Llegada del Mio Cid a San Pedro de Cardeña (1 14, 235-265). El Cid llega a la Abadía de esta localidad y entabla una conversación fluida con el Abad. Cabe indicar que las abadías eran centros de alta cultura, ciencia y saber. Se puede decir que todavía en nuestros días lo son, aunque de otra forma. Los reyes y nobles solían acudir a estos centros, que eran focos de luz y civilización, por su piedad, testimonio y trabajo incansable.

Las abadías eran símbolo de la piedad, culto, estudio, meditación y contemplación. En ellas el cristiano podía elevarse a Dios y penetrar en los misterios de la fe, además de adquirir profundos conocimientos, bastante avanzados para los tiempos que corrían en aquella época. 

Pues bien, el Cid confía en el Abad y, por tanto, en la seguridad de la abadía para custodiar y proteger a su esposa, Dña. Jimena y a sus dos hijas menores, Elvira y Sol. En resumidas cuentas, el Campeador es un héroe con una profunda sensibilidad religiosa, una fe natural, si se quiere, pero sincera.

El credo de Dña. Jimena

El fragmento Cantar I 18, 325-375,[6] es el que, a mi juicio, mejor resume el aspecto religioso cristiano del poema épico Cantar del Mio Cid. En dicha pieza se cuenta cómo el Cid y Dña. Jimena van a la Santa Misa muy de mañana. En la oración Dña. Jimena recita, con piedad, el credo cristiano, siguiendo un orden cronológico. Por una parte, aclama a Dios como Creador de los astros y de los seres vivientes. Luego, proclama el misterio de la encarnación de Jesucristo y todo lo referente a su nacimiento; seguidamente da un salto cualitativo al rememorar elementos bíblicos de los profetas del Antiguo Testamento del pueblo hebreo; retoma de nuevo el relato de las Bodas de Caná, donde Jesús hizo un signo milagroso importante. También alude al milagro de la multiplicación de los panes y a la resurrección de Lázaro. Después continúa con la Pasión y Muerte de Cristo en el Monte Calvario; la Resurrección de entre los muertos y culmina su oración refiriéndose a San Pedro, un nombre emblemático, por estar también relacionado tanto con la figura del Apóstol, centro de comunión y centralidad de la fe católica, como con el nombre del papa, sucesor de Pedro. Cito:

 

Tañen a maitines, con una prisa muy grande, 
mio Cid y su mujer a la iglesia se van.
Se echó doña Jimena en las gradas ante el altar, 
rogándole al Creador lo mejor que ella sabe, 
que mio Cid el Campeadro Dios lo librase de del mal:
¡Señor Glorioso, Padre que en el cielo estás! 
Hiciste el cielo y la tierra, lo tercero el mar;
hiciste estrellas y luna, y el sol para calentar; 
realizaste tu encarnación en Santa María, tu madre, 
en Belén naciste, como fue tu voluntad, 
 los pastores te glorificaron, te fueron a alabar,
tres reyes de Arabia te vinieron a adorar,
Melchor, Gaspar y Baltasar
oro, incienso y mirra te ofrecieron, como fue tu voluntad; 
salvaste a Jonás cuando se cayó en el mar,
 salvaste a Daniel de los leones en la horrible cárcel, 
salvaste dentro de Roma al noble San Sebastián, 
salvaste a Santa Susana de la acusación falaz;
por tierra anduviste treinta y dos años, Señor espiritual, 
mostrándonos milagros, de ahí tenemos de qué hablar: 
 del agua hiciste vino y de la piedra, pan,
resucitaste a Lázaro, pues fue tu voluntad,
por los judíos te dejaste prender, en el monte dicho Calvario 
te pusieron en una cruz, en el llamado Golgotá,
a dos ladrones contigo, uno de cada parte, 
 el uno fue al paraíso, pero el otro no entró allá;
estando en la cruz obraste un prodigio grande: 
Longinos era ciego, que no vio nunca jamás,
te dio con la lanza en el costado, del que salió la sangre, 
corrió por el astil abajo, las manos se fue a manchar, 
 las alzó hacia arriba, se las llevó a la faz, 
abrió los ojos, miró a todas partes,
en ti creyó entonces, por eso se salvó del mal; 
en el sepulcro resucitaste [................]
y fuiste a los infiernos, como fue tu voluntad,
 rompiste las puertas y sacaste a los santos padres. 
Tú eres el rey de reyes y de todo el mundo padre,
a ti adoro y en ti creo con toda mi voluntad,
y le ruego a San Pedro que me ayude a rogar.
por mio Cid el Campeador, que Dios le libre de mal;
 ¡siendo que hoy nos separamos, haznos en vida juntar! 
Hecha la oración, la misa acabada está,
salieron de la iglesia, se aprestan a cabalgar.
El Cid a doña Jimena la iba a abrazar, 
doña Jimena al Cid la mano le va a besar,
 llorando en silencio, sin saber cómo obrar, 
y él a las niñas las volvió a mirar:
A Dios os encomiendo, hijas, al Padre espiritual,
ahora nos separamos, Dios sabe cuándo la reunión será.
Llorando en silencio, como no habéis visto igual, 
así se apartan unos de otros como la uña de la carne. 

La visión celestial: aparición del ángel Gabriel 

Otro fragmento clave de la cuestión religiosa en el poema épico que nos ocupa en estas líneas se narra en el Cantar I 19, 405-411. El Cid recurre a los favores divinos para augurar a su héroe un futuro esperanzador. El Cid, mientras dormía, tiene una visión en la que se le aparece el ángel Gabriel. ¡Ni que fuera un profeta o un santo a la manera de la Virgen María! Sorprende, pues, que El Cid, adquiere la dimensión de elegido divino para una misión, para un propósito del cielo. El enviado de Dios, el ángel Gabriel, infunde una confianza absoluta en la empresa que tiene entre manos. Por tanto, el héroe, es un elegido, un enviado de Dios para llevar a cabo un propósito querido, revelado por Dios, aunque esa misión fuera pelear con la espada y luchar por los territorios ibéricos.

 
Allí se echaba mio Cid después de que cenó, 
le embargó un sueño dulce, muy bien se durmió; 
el ángel Gabriel en sueños le visitó: 
¡Cabalgad, Cid, el buen Campeador,
pues nunca en tan buen momento cabalgó varón! 
Mientras vivas, lo tuyo saldrá a la perfección.
Cuando se despertó el Cid, la cara se santiguó, 
se persignaba en la cara, a Dios se encomendó.
(Cantar I, 404-411)

 

Conclusión

La importancia de la religión monoteísta en el pueblo ibérico durante el período medieval es incuestionable. Esa impronta, como no podía ser de otra manera, también está en el Cantar del Mio Cid. Vale decir que la cuestión religiosa comprende lo cristiano y lo musulmán. La fenomenología religiosa se entreteje con diferentes elementos, a saber: la reforma de la Iglesia, las cruzadas y la Reconquista. Es en ese medioambiente jalonado por la religión que el Cid cobra las dimensiones de héroe. El Cid combate por una cultura y una sociedad ideal de inspiración cristiana en oposición a la musulmana, que era vista como enemiga o, si se prefiere, como una amenaza. 

Dios es un protector en la adversidad, una fortaleza que les asegura la protección y una guía divina en los malos y en los buenos tiempos. De los labios del Cid Campeador salen palabras de gratitud, de súplica y alabanza. El Cantar del Mio Cid tiene como telón de fondo lo religioso y las vivencias del pueblo cristiano de la épocaI. El Cid posee un sentimiento religioso, una experiencia cristiana de la fe que nadie le puede negar. En fin, el alma del Cid resume a un mismo tiempo la ortodoxia de un pueblo, por cuanto es católico de la religión de San Pedro, la piedad por el culto y la celebración de los sacramentos, la fe en Jesucristo y la devoción a los Santos.

FaustoLH 

BIBLIOGRAFÍA

Alvarado H., Tamara, «Cruzada y Reconquista a partir del Poema de Mío Cid: una lectura de las estructuras socio-políticas para los siglos XI-XIII», Anejos Estud. Clásicos Mediev. Renacent. – Santiago 1 (2011) 35-45.

Artuño Alea, Salvador, «“En el nombre del Criador e del Apostol Santi Yagüe”. El trasfondo religioso del Poema de Myo Cid», Mar Oceana 22 (2007) 29-57.

Baeza, Ricardo, Cantar del Mio Cid (Biblioteca Billiken – Colección Roja), Buenos Aires: Atlántida 31952.

Byfield, Caroline Trinity, El Cid visigodo: tendencias arrianas en el Cantar de Mio Cid, Graduate Studies 2013.

Cervantes, Biblioteca Virtual Miguel de, «Texto modernizado del Cantar de Mio Cid / Timoteo Riaño Rodríguez y Ma. Carmen Gutiérrez Aja, edición didáctica para el proyecto Aula Virtual del Mio Cid», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, <https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/texto-modernizado-del-cantar-de-mio-cid--0/html/0175c3aa-82b2-11df-acc7-002185ce6064_6.html> [Consulta: 20 febrero 2022].

Luciano [Pérez Platero], Arzobispo de Burgos, «Siluetas religiosas del Cid», Bol. Inst. Fernán González 34, 132 (1955) 615-621.

Montaner, Alberto (ed.), Cantar del Mio Cid (Clásicos de la Lengua Española), México: Real Academia Española / Academia Mexicana de la Lengua 12014.

Montaner Frutos, Alberto, «Argumento del poema medieval: destierro y honor resumen», Camino del Cid, <https://www.caminodelcid.org/cid-historia-leyenda/cantar-mio-cid/argumento/> [Consulta: 18 febrero 2022].

 



[1] Salvador Artuño Alea, «“En el nombre del Criador e del Apostol Santi Yagüe”. El trasfondo religioso del Poema de Myo Cid», Mar Oceana 22 (2007) 29-57.

[2] Tamara Alvarado H., «Cruzada y Reconquista a partir del Poema de Mío Cid: una lectura de las estructuras socio-políticas para los siglos XI-XIII», Anejos Estud. Clásicos Mediev. Renacent. – Santiago 1 (2011) 35-45.

[3] Caroline Trinity ByfieldEl Cid visigodo: tendencias arrianas en el Cantar de Mio Cid, Graduate Studies 2013. Doi:10.11575/PRISM/25852

[4] Artuño Alea, «“En el nombre del Criador e del Apostol Santi Yagüe”. El trasfondo religioso del Poema de Myo Cid». pp. 37-46. Cf. Arzobispo de Burgos Luciano [Pérez Platero], «Siluetas religiosas del Cid», Bol. Inst. Fernán González 34, 132 (1955) 615-621.

[5] Artuño Alea, «“En el nombre del Criador e del Apostol Santi Yagüe”. El trasfondo religioso del Poema de Myo Cid». pp. 32-37. Cf. Alvarado H., «Cruzada y Reconquista a partir del Poema de Mío Cid: una lectura de las estructuras socio-políticas para los siglos XI-XIII».

[6] Sigo la versión modernizada de Alberto Montaner (ed.), Cantar del Mio Cid. El fragmento Cantar I 18, 325-375.

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